sábado, febrero 16, 2008

"La ceremonia del porno". Entrevista a Andrés Barba y Javier Montes

por Carlos Rubio





Uno de los planteamientos más importantes de La ceremonia del porno es la idea de que esa experiencia tiene mucho que ver con la intimidad de cada sujeto, ¿en qué medida está el porno sujeto a ella?

Montes: La misma imagen vista en la esfera pública puede no ser pornográfica, en tanto que en la intimidad sí puede serlo. Una de las condiciones indispensables para ver una imagen como pornográfica y tener esa experiencia pasaría por esa situación de intimidad, pues sólo en la intimidad somos susceptibles de tenerla.

Barba: Otra de las cosas que conforman la ceremonia del porno es que se trata de una imagen con la que cada uno se compromete, y si no nos excita, no se ha producido la experiencia pornográfica. Es como un camino de ida y vuelta, del lugar donde se produce la imagen, de nuestra intención al aproximarnos a ella y de la resolución de esa aproximación.


¿A qué distancia se encuentra el porno del arte o qué separa la experiencia pornográfica de la experiencia estética?

Montes: La experiencia estética y la pornográfica son incompatibles en el tiempo. No se pueden tener ambas al mismo tiempo. Lo cual no quiere decir que una imagen no pueda ser en un momento una fuente de experiencias estéticas y en otro momento de experiencias pornográficas. Nosotros ponemos el ejemplo de una obra del pintor francés Courbet, un sexo femenino en primer plano sin nada más que, según donde se muestre, las intenciones del que la mira y la ceremonia que se establece al mostrarse, puede ser o no pornográfica.

Barba: Esa misma imagen, vista en la intimidad, con la excitación y el compromiso necesarios, se vuelve pornográfica. Y, sin embargo, vista en el Museo Dorset se transmuta en una obra de arte. Por ello, muchos jueces han tratado de acotar el porno señalando que empieza donde acaba el arte, cosa que para nosotros no es así, aunque de acuerdo con nuestra tesis en el libro las dos experiencias no pueden tenerse al mismo tiempo.


¿Cuándo podemos pensar que un artista produce porno y cuándo arte?

Barba: Eso tiene que ver más con ciertos mecanismos de marketing. Nosotros hablamos de experiencias excluyentes cuando distinguimos arte y pornografía o humor y pornografía. Hablamos de un síndrome pastilla para la tos, porque no se puede tragar saliva y toser al mismo tiempo. Y eso sucede con el arte y el humor en relación a la pornografía, pues los horizontes de unos son diferentes a los del otro. El humor en el caso del porno se produce para facilitar la experiencia colectiva del porno, porque produce un efecto de relajamiento y hace que sea más fácilmente visible una imagen.


¿Qué ocurre cuando la experiencia pornográfica altera ciertos principios de la propia persona, como puede ser el caso del sadomasoquismo?

Montes: En la experiencia pornográfica puede darse cierta conciencia de la revelación. Es decir, que el porno puede revelar ciertas cuestiones de la intimidad personal. En el libro citamos el caso de un estudiante que se negaba a ver porno gay por si acaso le gustaba.

En el fondo, esto nos dice que tenemos que reconocer al porno que en cierto tipo de situaciones puede producir un estado de revelación de ciertas inclinaciones. Pero ya depende del sujeto el valor que quiera dar a esas informaciones. Lo que sí es un hecho es que esas informaciones se producen.


¿Puede hablarse de distintos géneros de porno?

Montes: Hay tantos como individuos. Básicamente cada individuo, si tiene ganas de hacerlo, busca y encuentra su propia pornografía. La frase: "No me gusta el porno porque es aburrido", es posible que se diga porque quien la pronuncia no ha visto su pornografía, porque no ha encontrado la imagen que le posibilite tener una experiencia pornográfica.


¿Esta idea rompe el esquema del videoclub, donde se cataloga el porno de acuerdo con criterios básicos?

Barba: Es otra manera de acercarse al porno. El porno es más amplio que lo sexual simplemente, ni todas las imágenes sexuales son pornográficas, ni todas las imágenes pornográficas son sexuales, porque hay gente que se excita con imágenes de catálogos de zapatillas. Una imagen puede o no ser pornográfica de acuerdo con el momento, el contexto, la persona y la intención.


¿Cuál es la situación de la literatura pornográfica?

Barba: Tenemos ciertas reticencias a admitir que existe. Hablamos sólo de pornografía de imágenes y admitimos que el porno está en pañales.


En ese sentido, señalan que la intención no cuenta, ¿por qué?

Montes: La jurisprudencia anglosajona ha intentado ir mucho por ese camino, pero el juicio de la intención es el más resbaladizo para definir una imagen pornográfica, porque no es posible juzgar las intenciones. Conocer la intención de Goya cuando pinta La maja desnuda, primero, es imposible y, segundo, no ayudaría a saber si esa obra es o no pornográfica. Lo era cuando estaba oculta en un gabinete y se contemplaba tras levantar una cortinilla, pero es artística cuando se contempla en el Museo del Prado. El libro justamente lo que intenta es evitar ese criterio de intención en la creación de una imagen, porque sostenemos que es en la recepción donde está la pornografía, en el ojo del que mira, no en la mano del que la crea.







* Andrés Barba y Javier Montes ganaron el Premio Anagrama de Ensayo 2007 con La ceremonia del porno.





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