sábado, enero 26, 2008
"Tan graciosa...", de Dante Alighieri
Tan graciosa y gentil se manifiesta
la amada mía si serena pasa
que las lenguas temblando quedan mudas
y que los ojos ni a mirar se atreven.
Ella se aleja, oyéndose alabada,
benignamente de humildad vestida,
y da la sensación de haber venido
desde el cielo, a manera de un milagro.
Muéstrase tan graciosa a quien la mira
que, al verla, nos produce una dulzura
que no puede entender quien no la prueba.
Y parece que exhale de sus labios
un espíritu suave, de amor lleno,
que al alma va diciéndole: Suspira.
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4 comentarios:
Muy buen blog!
Adoro leer! Acabo de abrir un blog, que espero actualizar con libros, series, películas..
Dame tu opinión
www.enpicado.blogspot.com
Pensar que aquí, en BA, hya un edificio que está construido suguiendo La Divina Comedia. Y, en su parte más alta, tiene un faro y un atlante, que esperan las reliquias del Dante, para guarecerlas hasta que se contruya su Lugar de Descnaso final en la cumbre del Aconcagua.
Este edificio fue obra del Arquitecto Palanti, y es conocido como "El pasaje Barolo". En sus paredes pueden leerse pasajes de La Divina Comedia.
Es una pena que el acceso al mismo sea complicado, ya que en varios de los pisos que corresponden al Purgatorio, hay oficinas del Gobierno de la Nacion, creo que de la Agencia de Inteligencia, o algo así.
No logro imaginarme, ni de lejos, como pudo ser Dante en vida. La expresión que toma en los retratos que le hicieron destila espiritualidad e inteligencia. Dicen que a día de hoy la personalidad es una cualidad algo sobrevalorada -o eso he oído decir al respecto-. Pero, sinceramente: me hubiera gustado visitar su infierno, el cual sólo conozco por las ilustraciones de Doré. Tarde o temprano tendré que leer su Comedia.
Saludos a todos...
D.
El Último Canto
Ideas sobre el amor
“All'alta fantasia qui mancò possa;
ma già volgeva il mio disio e 'l velle,
sì come rota ch'igualmente è mossa,
l'amor che move il sole e l'altre stelle.”
Canto cuya traducción así resultaría:
“Aquí faltó la fuerza a mi elevada fantasía; pero ya se orientaban mi
deseo y mi voluntad como rueda parejamente movida,
por el amor que mueve al sol y a las demás estrellas.”
Emplearé una frase sintética para resumir las ideas de la última estrofa de “La Divina Comedia”: El amor permite al goce condescender al deseo.
Sin embargo, permanecer -como analista- en la síntesis implicaría un sacrilegio. Paso al acto de analizar.
Qué es entonces el amor. Casi todos responderán que se trata de un loable sentimiento.
La mayoría, dirá que el odio es su opuesto; en cambio, para otros lo será la indiferencia.
Razonando de este modo, no se va más allá del ámbito imaginario; y de las impresiones sensibles.
Qué propone Dante, al final de su “Comedia”, cuando escribe “Aquí faltó la fuerza a mi elevada fantasía…” Entiende que todos seríamos buenos, amables, amados, amantes, etc. mientras que la fantasía funcione; cuando no flaqueen las fuerzas de la misma. Lo que el poeta nos advierte es que, por el lado de la fantasía -y sin otros elementos-, seremos inevitablemente incapaces; por más elevada que ella fuere.
En el verso “pero ya eran movidos mi deseo y mi voluntad, como rueda cuyas partes giran todas igualmente” alude a lo inexorable de la estructura que nos constituye. Y de la cual resulta un Ser –Nos[1]- cuya especificidad es la de carecer del Ser.
Ser, habitado por el deseo –el cual tampoco es un sentimiento- y por la fuerza constante de las pulsiones. Comparativamente, como una rueda que es movida por el principio de inercia: jamás se detiene.
Propone que, del amor, debemos poseer una determinada noción: “l'amor che move il sole e l'altre stelle”. Noción que implica el deber de decidir, interpretar el deseo presente en la trama de la escena.
La fantasía –por más elevada que fuere- corresponde al orden de la satisfacción individual; en vez el deseo remite a una carencia estructural e incolmable que –justamente por eso- relaciona a los sujetos: sólo el amor permite al goce condescender al deseo.
Amar, leer, averiguar, saber….
Sólo sé que no sé nada, decía el inmortal Sócrates.
Diciembre 2007.
Carlos Norberto Mugrabi
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[1] Nosotros.
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