lunes, enero 14, 2008

“La usura del tiempo”, de Mateo Goycolea





Entrada la noche se acercó al escritorio. Encendió el computador buscando antiguos archivos perdidos en la memoria. Sirvió un poco de cerveza y recordó el color azul de los adoquines en las calles de su infancia. Sabía que de una u otra forma ella tendría que escribir o llamar para darle las gracias. Esperó varias horas mientras bebía y pensaba las cosas que le tendrían ocupado la mañana siguiente.

-Es tarde Mario –le dijeron en el umbral de la puerta-, es tarde y mañana tienes que madrugar.

Mario sacó de su camisa el último cigarrillo que le quedaba. Caminó hasta su habitación y en el momento de encender la luz sintió un estallido. La ampolleta de su pieza se quemó y tuvo que buscar a tientas el encendedor que creía haber guardado en la chaqueta. Mientras buscaba con las manos dio vuelta el cenicero sobre la cama.

-Mierda, tendré que sacudir la frazada. Finalmente encontró el encendedor y prendió el cigarrillo en la oscuridad de la habitación. Esperó un rato y volvió al escritorio. Llenó nuevamente el vaso de cerveza. Pensó en Beatriz y decidió llamarla.

-Aló, Beatriz…
-Mario que bueno que llamaste, justo estaba calentando un poco de comida, cuéntame…
-Creo que esta noche no podré dormir, si estás de ánimo nos podríamos encontrar en el bar de siempre. Trato de reescribir un cuento que tú conoces y me gustaría llevarte el borrador para que lo leas.
-Ningún problema, nos juntamos a las once…

La comida de Beatriz se empezaba a quemar. Corrió a pagar el fuego de la cocina. Maldición –dijo-. Logró rescatar un poco de arroz y se los sirvió con un poco de ensalada que le había sobrado del almuerzo.

Dos horas más tarde, Mario se encontró con Beatriz en el bar según lo previsto. Beatriz sin embargo había llegado medio hora antes, tiempo en el que pidió una cerveza y fantaseó con la idea de llevar a Mario a casa. Le excitaba la idea de dejarse caer sobre él como si tuviese un desmayo repentino y quedar apoyada en su pecho por unos instantes. Mario llegó pidiendo disculpas a la cita y le contó a Beatriz los problemas que había tenido para cambiar el final del cuento. Beatriz observó con calma los gestos que Mario hacía mientras le explicaba.

-Mar del frío en un principio fue una novela colectiva. A un par de amigos que se aventuraban en las letras, decidí un día citarlos para explicarles cómo, toda la historia, con algunas pretensiones de ciencia paciencia-ficción, se desarrollaba en la luna.

Mario bebió de un sorbo lo que le quedaba de cerveza y llamó al camarero. Beatriz asentía y lo interrumpía cada cierto tiempo, para pedirle más detalles de la historia.

-En un principio hubo entusiasmo y se tejieron toda clase de historias. Se tomó la cartografía de la luna como sustrato para desarrollar una serie de personajes que vagaban por inmediaciones desoladas. Pero Mar del frío era la región al sur de la luna y su proximidad con el lado oscuro lo hacía extraño y misterioso. Cada cierto tiempo emprendían caminatas suicidas al lado oscuro, el oxígeno escaseaba y las estaciones de abastecimiento no siempre funcionaban. Aún así, los personajes se arriesgaban a explorar el lado oscuro. Aunque el narrador era un personaje secundario… no, dejaba de ser interesante había que olvidar una y otra vez las zonas que...

Beatriz escuchaba atentamente la historia mientras pensaba cuál sería en el momento más oportuno para invitar a Mario a su propia desarticulación.

Mario se sentó en el sofá que estaba frente a la ventana.

Mario se resistía a cualquier hermenéutica del inconciente y el psicoanálisis aunque en un principio le pareció importante, ahora le parecía un discurso entre discursos.

la nochesistemacirculatorio cede en esta mañana que va apagando sus luces hasta desvanecerse en el horizonte. A pesar de todos estos días sin escribir hay un ritmo que persiste. La idea del diluvio ha mojado las calles. La noche ofrece una resistencia que es anterior a la memoria y al tiempo. En la fisura se instala la mañana repentina como si fuese necesario dar con la sorpresiva entrada de la luz. Mario sortea las aprensiones de Betraiz y se desliza por debajodesusmediashúmedas y una multitud de personajes dejan su vestuario alrededor de la mesa filial, es gente de teatro, nos decimos entre la espesura de la luz mortecina. Lentamente nos tomamos la sopa de cebolla. Recuerdo el perfume de tu pelo a una hora incierta. Hoy sé que voy a despertar en el despeñadero de la madrugada, algún sueño funesto me abrirá los parpados como recogidos de un llanto contenido, pero el mentón permanecerá firme… no hay sobresaltos que se filtren, no hay retina que pueda retener esos momentos de sudor inconcluso… Acrílico traslúcido 1 cm de espesor

la ceniza se desploma sobre el cenicero transparente
ha sido un almuerzo excelente, sin duda
porotos granados con ensalada de tomates,
ají, albahaca, ajo picado en cuadritos,
cerveza,
un melón calameño que se deshace

entre ruidos palatales y nasales
mientras en el velador se apagan las cosas

el paladar seco
un desorden continuo entre la calle y la sala de espera
de la habitación oscura
un cuerpo muerto
la distancia se anula
te lavas los dientes y desayunas
sabes que no tienes nada que esperar y ensayas
Beatriz te espera recostada como la dejaste


te levantas y te acuestas
el pelo se está cayendo
te disgusta mirar en el reflejo
la cara raída
a la altura de una barba bien cerrada

la espera fue mudando los rostros del cansancio

cada cual en su pequeña estación de trabajo traduciendo
insomnios que se expanden
rincones del departamento que olvidamos bajo el polvo, o
quizá oscuros intersticios de la paranoia que fugan

el intervalo del insomnio es más impreciso por los remedios que tomaste

un manto reactivo y una botella de vino
paseos,
pensamientos trilcearios
oberturan
Mi espalda suda alcohol / trayectorias incompletas / Beatriz en pequeñas gotas que se evaporan en la cintura. Estoy fuera de aquí pero me disemino vocálico impertérrito, los libros se queman con un ardor de miradas que se cierran a la visión consonante. Hay que sacar conclusiones de contusiones Mario. Aversión. Basta.
Telón de fondo, luces de luciérnagas
flotan en la orilla de tus ojos,
por un momento voy surcando con la lengua un canal imperceptible
para regar la desolación de la quijada que se abre hasta que el grito
deja todo en el silencio de una herida remota.








Texto leido en Taller Uff! 11º Aniversario, diciembre 2007









2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno.

dscntxt-3 dijo...

el esso crack de este taller, sin dudas...