II
(Destrucción de la imagen del árbol por la noche)
La caída del árbol le distingue.
Lento, si asciende, su atracción no crece.
Sólo es el árbol, quedando empieza
a destruir su espacio; quemándose, retorna.
Ya en los ojos la imagen bien hilada,
las ramas vacilan en su incendio.
Y los ojos, las piedras, sus hojas abren
al nuevo siglo, que en mi sangre cruje.
Quedaba un árbol, su imagen y la noche.
Inmóvil fiera, pegada y voluntaria,
escarba con sus uñas, destruye con su aliento.
La noche se trenza con el árbol.
Duramente incorpora su espacio sobre el móvil
río que la destruye caminando.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario