Roberto Rojas, fue un niño tranquilo, de carácter reservado, incluso tímido. Sus profesores de enseñanza básica coinciden en definirlo como un niño de pocos amigos, solitario. Sin embargo poseía una característica que lo hacía sobresalir. El ansia obsesiva de destacar en lo que fuera, estuviera capacitado o no. A la hora de pasar al frente de la sala y enfrentar a sus compañeros, Roberto sufría una transformación, demostrando una seguridad desconocida en el resto de las situaciones, una seguridad que lo distinguía claramente entre sus pares. Asimismo, a la hora de manifestar una opinión era el primero en levantar la mano y contestar, casi siempre de manera equivocada, pero recompensado igual a la hora de las evaluaciones por su gran disposición y esfuerzo. En gimnasia, en atletismo, en los ejercicios físicos, pero sobre todo en los deportes demostró tener una capacidad muy por sobre los demás, condición por la que su profesor jefe lo recomendó ante el seleccionador infantil del Club de Fútbol “Aviación” (hoy desaparecido), quien, completamente deslumbrado, lo dejó de inmediato entrenando en el equipo. Ya desde sus primeros partidos, y por una mezcla de características físicas –un secreto de camarín muy bien guardado- y de desplazamiento en el aire durante sus vuelos, fue apodado el “Cóndor”. Algún día jugaré por la selección nacional y mi nombre quedará en la historia, le repetía constantemente a sus pequeños colegas de actividad, evidenciando una mezcla de desmesurada ambición personal y una capacidad natural de asimilar su propio talento. Aquella etapa de su vida sería un constante devenir entre la cancha, los entrenamientos, la competición de categorías infantiles, la escuela, los estudios y su familia.
*
“En un momento me sentí muy solo. Los que pensé que eran mis amigos me abandonaron. Sentí que un país entero se me venía en contra, y no sólo eso, sentí que el mundo entero se volvía en contra mío”, confesaría un par de años después del desastre del Maracaná, estadio en donde jugó su último partido profesional (por las eliminatorias del mundial de Italia 1990). “Viejo, entiéndelo bien, a Brasil no lo vas a desbancar jamás. Eso te provoca impotencia, ¿sabes? No importa el fútbol, ni los goles, ni que seas, en algún momento dado, mejor que ellos. A Brasil no lo vas a eliminar, y eso que te quede claro desde el comienzo, porque si no lo entiendes terminas cometiendo excesos, como nos pasó a nosotros”. Roberto Rojas intenta justificar lo sucedido y, en algún sentido, tiene razón. A Brasil es imposible dejarlo fuera. Es fácil suponer que en algún lustroso escritorio de Zürich, existen varias carpetas con estudios de mercado indicando las millonarias pérdidas para la Fifa (por conceptos de menor rating de televisión, menor asistencia a los estadios, menor turismo, peores contratos en general), en caso de faltar el monstruo carioca a una cita mundialista. Se dice que ésta fue la razón principal por la que la Confederación Sudamericana de Fútbol cambió el sistema de eliminación por grupos al de todos contra todos.
Aquella eliminatoria la recuerdo como si fuera hoy, ¡cómo olvidarla! Las imágenes del Cóndor sobre el césped, revolcándose y la defensa del equipo pidiendo la asistencia del árbitro argentino Lusteau, quien siempre se hizo el desentendido, hasta el momento mismo en que el equipo chileno desapareció indignado por la boca del túnel rumbo al infierno, al escarnio público, a la vergüenza y a la descalificación por los siguientes dos mundiales. Esa noche en Santiago hubo apedreos contra la Embajada y el Centro Cultural de Brasil. Y se creó un ánimo antibrasileño que duró meses. Algunos propusieron un boicot total. Otros el corte de relaciones protocolares. Hasta que el Cóndor, un buen día, un extraño día, terminó por confesar “la verdad”: él mismo se había hecho el corte con un bisturí oculto entre sus guantes. En esa ocasión el Cóndor pidió perdón, lloró y mencionó a sus hijos. Lo de siempre.
En esa eliminatoria, Chile integraba el mismo grupo que Venezuela y Brasil. Eran los tiempos en que a Venezuela se le hacían tres goles en su propia cancha y siete o más jugando de local. Nadie ha hecho un análisis serio, pero estoy seguro que Venezuela jugó de manera diferente ante Brasil que ante Chile. La ferocidad de las jugadas contra Chile, las tarjetas para ambos equipos, la cantidad de faltas, versus la displicencia y la entrega fácil contra la verde-amarilla, hacen pensar -no con demasiada fantasía- en maletines negros con dinero. Pero claro, eso es pura especulación. Así también existen hechos comprobables. Como la suspensión del Estadio Nacional de Santiago, motivada por una botella que cayó a la cancha y que pasó a "peligrosísimos" cinco metros del guardalíneas (la famosa bengala pasó a menos distancia de Roberto Rojas y, que yo recuerde, el Maracaná no sufrió ni siquiera una suspensión de diez minutos). Debido a esto, Chile tuvo que hacer de local ante Venezuela en Mendoza, Argentina. Para ese partido viajaron miles de chilenos y el equipo ganó por cinco a cero. Recuerdo que Chile debía ganar por ocho goles de diferencia para llegar con la ventaja del empate al último partido, en el Maracaná. En ese tiempo Chile podría haberlo hecho, de local, claro... Si acá les hicimos cinco, en Santiago les hacemos doce, fueron las pedantes -aunque no alejadas de la realidad- declaraciones de Jaime Pillo Vera. Así, con todos estos sucesos poco usuales que rodearon aquella eliminatoria, se llegó al último partido en Río.
Debe ser verdad. Jugar contra Brasil en un grupo que sólo clasifica a uno, debe ser un asunto más que agobiante. Brasil no sólo es un gigante futbolístico, sino también, un gigante financiero. Eso hasta el más incauto por lo menos lo intuye. De ahí la impotencia, la rabia, la frustración, la furia liberada en mal momento y el afamado agarrón de genitales de Patricio Yánez, uno de los delanteros más rápidos y talentosos de toda la historia del fútbol chileno. De ahí nació el dicho y quedaron en el recuerdo aquellas memorables palabras de Pedro Carcuro, el relator de aquel partido: ¡Qué ordinario Patricio Yánez! Hasta hoy, cada vez que se repite el gesto, se recuerda al legendario delantero quillotano.
Porque ese es otro de los puntos a analizar. Aquella selección chilena era de gran nivel y, entre todos ellos, Roberto Rojas era prenda de garantía absoluta en el arco. Según muchos, yo mismo incluido, fue el mejor arquero de la historia de Chile y en aquel tiempo, según varios analistas, era el mejor del mundo. Una de las leyendas de ese tiempo dice que luego de las eliminatorias, el Cóndor jugaría por el Real Madrid, que existía un pre-contrato firmado, jugara o no jugara el mundial de Italia. Rumores más, rumores menos, Rojas llegaría a jugar en Europa, de eso no cabía duda. Entonces la pregunta surge sola: ¿Por qué lo hizo? ¿Fueron motivaciones puramente deportivas? ¿La frustración de no poder desbancar al monstruo? ¿David contra Goliat? ¿La impotencia de saber que aunque jugaran mejor, jamás llegarían al mundial? Esa es una parte de la historia. La otra, probablemente la verdadera, es la que permanece oculta hasta hoy.
Una de las teorías dice que a Roberto Rojas le pagaron desde Brasil. Los caballeros del maletín habrían visitado a Rojas semanas antes de aquella eliminatoria, intentando convencerlo de cometer una estupidez como la que terminó haciendo. Un partido malo de Rojas (“jugar para atrás” en términos futboleros) hubiera sido demasiado notorio, dicen los defensores de esta teoría. Además se hubiera ganado el odio eterno del pueblo chileno. La estrategia debía ser otra. Además, ¿es razonable pensar que en el país más futbolizado del mundo, en el estadio más grande del mundo -150 mil personas observando el partido en directo-, ante una veintena de cámaras de televisión oficiales y otras cientos de cámaras no oficiales, cientos de millones de espectadores por televisión y miles de cámaras fotográficas, su acto iba a pasar inadvertido? En mi opinión hay que ser extremadamente estúpido para llegar a pensar algo así. Eso o tener un respaldo (entiéndase coima, incentivo, ofrecimiento) demasiado importante, y a la altura, como para compensar tan incomprensible acto.
De cualquier manera las dudas siguen. En caso de haber sido cierto el golpe de bengala en contra de la frente de Rojas, ¿habría tenido Lusteau los cojones para suspender un partido en el mismísimo Maracaná, ante los ojos del mismísimo Havelange? Por cierto que no. Si se hubiera acercado hasta el Cóndor -cosa que no hizo pero que debió haber hecho- habría pedido el cambio y no mucho más que eso. Pero, ¿por qué no se acercó Lusteau? Evidentemente no era cuestión de hacer tiempo, Chile perdía uno a cero y el resultado no le servía-, y si así hubiera sido, de cualquier forma tendría que haberse acercado al arquero para mostrarle una tarjeta amarilla o una roja, o para decirle algo. ¿Hasta qué punto es razonable que Lusteau no se haya acercado a ver qué pasaba con el arquero chileno? Pensara lo que pensara no podía dejar a un arquero tirado y sangrando en la cancha. Es obvio que el mentado árbitro no había visto a Rojas cortarse. ¿Es que Lusteau formaba parte del complot? ¿Sabe la verdad alguien más que Rojas? ¿Hay una verdad de la que enterarse? Lo cierto es que en algunos casos, nada sucede razonablemente. Lo cierto es que en otros (un número nada despreciable), la verdad jamás llega a ser conocida. El ingenuo dicho ése de “la verdad siempre se impone” no va más allá de provocar un par de risitas lastimeras. Así las cosas, resulta fácil pensar que este caso cumple con ambas características. Algo sí es seguro: acá la verdad imperante no es la verdad final y Rojas de seguro maneja más información.
Para la anécdota quedará la feroz patada de Raúl Ormeño a Branco en el minuto seis del primer tiempo del partido que Chile jugó como local contra Brasil, en esa misma eliminatoria. Aquella fue una de las patadas más impresionantes que he visto en mi vida. Lamentablemente nos dejó empatados en la cantidad de hombres sobre la cancha. Es decir, lo que sucedería inevitablemente, Ormeño lo hizo más fácil (Romario había salido expulsado antes de comenzar el juego y era evidente que ante cualquier mínima falta, el árbitro dejaría a los equipos igualados en número). Su instinto básico lo traicionó. “Patitas con sangre” Ormeño no pudo quitarse de encima su esencia más básica, el pegar las más groseras patadas sin ningún asomo de arrepentimiento. En cualquier caso fue una acción digna de enmarcar y el volante brasileño lo supo de sobra.
Para la anécdota quedarán también los desnudos de la fogateira, quien tuvo sus quince minutos de fama y algo de dinero por la versión brasileña de Playboy, en donde apareció mostrando los senos, sólo cubierta por una bandera y una bengala encendida. Para el recuerdo quedará también la suspensión del excelente central Fernando Astengo, quien vio truncar sus cuatro mejores años de carrera; la suspensión definitiva del entrenador Orlando Aravena; la del médico (Rodríguez) y la del dirigente a cargo (Stoppel). Ninguno pudo volver al fútbol (Astengo hizo un breve intento al terminar su suspensión, que no fructificó). Curiosamente, el que sí volvió al fútbol fue Roberto Rojas quien trabajó varios años como entrenador de arqueros del Sao Paulo F.C.
No conozco la verdad de todo esto, nadie la conoce más que el Cóndor, pero en mi opinión, es evidente que la verdad que se conoce no es cierta, al menos no completamente. Esta verdad no es la verdad, o algo así. No es necesario ser muy brillante para darse cuenta de este hecho, o al menos para intuirlo. La conocida corrupción del mundo del fútbol, el hecho a todas luces imposible de que Brasil quede fuera de un mundial, Roberto Rojas que termina trabajando en Brasil, la suspensión del Estadio Nacional de Santiago por una botella, la no suspensión del Maracaná por una bengala -haya dado o no haya dado en la frente del Cóndor-, la condición foránea de local que debió afrontar Chile, la diferencia de juego de Venezuela al enfrentar a Chile y a Brasil, la actitud de Lusteau en la cancha, la de Joao Havelange, presidente de la Fifa, etc. Son demasiados los elementos objetivos que pesan a la hora de configurar esta ecuación.
*
Sea como sea, Roberto Rojas perjudicó a todo un país. Nos dejó fuera de dos mundiales y nos quitó el mínimo prestigio, si no futbolístico, al menos organizacional que poseíamos. Fuimos el hazmerreír, el comidillo a nivel mundial. Fuimos un país sin fútbol durante una década. Se mató a toda una generación de deportistas que se quedaron sin la posibilidad de dar la pelea por llegar a un mundial. Y Roberto Rojas fue el organizador visible de toda aquella faramalla.
Es por esto que me extrañó tanto la ovación que recibió en el Estadio Nacional, con ocasión del partido de despedida de Iván Zamorano. Roberto Rojas no había tenido la oportunidad de enfrentarse al monstruo popular, y aquella vez la tribuna le dio su aplauso. Fue un acto reflejo del hincha de tablón que lo vio jugar y se emocionó ante su destreza y enorme talento. Fue un agradecimiento y un hacer las paces. Fue un olvido voluntario desde ambas partes que, si bien funcionó por una noche, quedará rondando como un eterno fantasma, encadenado a los recuerdos de aquella noche carioca del año 1989, llena de desastres, traiciones y desapariciones. No se trata de escarbar en la vieja herida, se trata de pretender saber la verdad ante un hecho lleno de incoherencias y vacíos. Después de todo, y a estas alturas, no creo que sea mucho pedir. O tal vez sí.
Una de las teorías dice que a Roberto Rojas le pagaron desde Brasil. Los caballeros del maletín habrían visitado a Rojas semanas antes de aquella eliminatoria, intentando convencerlo de cometer una estupidez como la que terminó haciendo. Un partido malo de Rojas (“jugar para atrás” en términos futboleros) hubiera sido demasiado notorio, dicen los defensores de esta teoría. Además se hubiera ganado el odio eterno del pueblo chileno. La estrategia debía ser otra. Además, ¿es razonable pensar que en el país más futbolizado del mundo, en el estadio más grande del mundo -150 mil personas observando el partido en directo-, ante una veintena de cámaras de televisión oficiales y otras cientos de cámaras no oficiales, cientos de millones de espectadores por televisión y miles de cámaras fotográficas, su acto iba a pasar inadvertido? En mi opinión hay que ser extremadamente estúpido para llegar a pensar algo así. Eso o tener un respaldo (entiéndase coima, incentivo, ofrecimiento) demasiado importante, y a la altura, como para compensar tan incomprensible acto.
De cualquier manera las dudas siguen. En caso de haber sido cierto el golpe de bengala en contra de la frente de Rojas, ¿habría tenido Lusteau los cojones para suspender un partido en el mismísimo Maracaná, ante los ojos del mismísimo Havelange? Por cierto que no. Si se hubiera acercado hasta el Cóndor -cosa que no hizo pero que debió haber hecho- habría pedido el cambio y no mucho más que eso. Pero, ¿por qué no se acercó Lusteau? Evidentemente no era cuestión de hacer tiempo, Chile perdía uno a cero y el resultado no le servía-, y si así hubiera sido, de cualquier forma tendría que haberse acercado al arquero para mostrarle una tarjeta amarilla o una roja, o para decirle algo. ¿Hasta qué punto es razonable que Lusteau no se haya acercado a ver qué pasaba con el arquero chileno? Pensara lo que pensara no podía dejar a un arquero tirado y sangrando en la cancha. Es obvio que el mentado árbitro no había visto a Rojas cortarse. ¿Es que Lusteau formaba parte del complot? ¿Sabe la verdad alguien más que Rojas? ¿Hay una verdad de la que enterarse? Lo cierto es que en algunos casos, nada sucede razonablemente. Lo cierto es que en otros (un número nada despreciable), la verdad jamás llega a ser conocida. El ingenuo dicho ése de “la verdad siempre se impone” no va más allá de provocar un par de risitas lastimeras. Así las cosas, resulta fácil pensar que este caso cumple con ambas características. Algo sí es seguro: acá la verdad imperante no es la verdad final y Rojas de seguro maneja más información.
Para la anécdota quedará la feroz patada de Raúl Ormeño a Branco en el minuto seis del primer tiempo del partido que Chile jugó como local contra Brasil, en esa misma eliminatoria. Aquella fue una de las patadas más impresionantes que he visto en mi vida. Lamentablemente nos dejó empatados en la cantidad de hombres sobre la cancha. Es decir, lo que sucedería inevitablemente, Ormeño lo hizo más fácil (Romario había salido expulsado antes de comenzar el juego y era evidente que ante cualquier mínima falta, el árbitro dejaría a los equipos igualados en número). Su instinto básico lo traicionó. “Patitas con sangre” Ormeño no pudo quitarse de encima su esencia más básica, el pegar las más groseras patadas sin ningún asomo de arrepentimiento. En cualquier caso fue una acción digna de enmarcar y el volante brasileño lo supo de sobra.
Para la anécdota quedarán también los desnudos de la fogateira, quien tuvo sus quince minutos de fama y algo de dinero por la versión brasileña de Playboy, en donde apareció mostrando los senos, sólo cubierta por una bandera y una bengala encendida. Para el recuerdo quedará también la suspensión del excelente central Fernando Astengo, quien vio truncar sus cuatro mejores años de carrera; la suspensión definitiva del entrenador Orlando Aravena; la del médico (Rodríguez) y la del dirigente a cargo (Stoppel). Ninguno pudo volver al fútbol (Astengo hizo un breve intento al terminar su suspensión, que no fructificó). Curiosamente, el que sí volvió al fútbol fue Roberto Rojas quien trabajó varios años como entrenador de arqueros del Sao Paulo F.C.
No conozco la verdad de todo esto, nadie la conoce más que el Cóndor, pero en mi opinión, es evidente que la verdad que se conoce no es cierta, al menos no completamente. Esta verdad no es la verdad, o algo así. No es necesario ser muy brillante para darse cuenta de este hecho, o al menos para intuirlo. La conocida corrupción del mundo del fútbol, el hecho a todas luces imposible de que Brasil quede fuera de un mundial, Roberto Rojas que termina trabajando en Brasil, la suspensión del Estadio Nacional de Santiago por una botella, la no suspensión del Maracaná por una bengala -haya dado o no haya dado en la frente del Cóndor-, la condición foránea de local que debió afrontar Chile, la diferencia de juego de Venezuela al enfrentar a Chile y a Brasil, la actitud de Lusteau en la cancha, la de Joao Havelange, presidente de la Fifa, etc. Son demasiados los elementos objetivos que pesan a la hora de configurar esta ecuación.
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Sea como sea, Roberto Rojas perjudicó a todo un país. Nos dejó fuera de dos mundiales y nos quitó el mínimo prestigio, si no futbolístico, al menos organizacional que poseíamos. Fuimos el hazmerreír, el comidillo a nivel mundial. Fuimos un país sin fútbol durante una década. Se mató a toda una generación de deportistas que se quedaron sin la posibilidad de dar la pelea por llegar a un mundial. Y Roberto Rojas fue el organizador visible de toda aquella faramalla.
Es por esto que me extrañó tanto la ovación que recibió en el Estadio Nacional, con ocasión del partido de despedida de Iván Zamorano. Roberto Rojas no había tenido la oportunidad de enfrentarse al monstruo popular, y aquella vez la tribuna le dio su aplauso. Fue un acto reflejo del hincha de tablón que lo vio jugar y se emocionó ante su destreza y enorme talento. Fue un agradecimiento y un hacer las paces. Fue un olvido voluntario desde ambas partes que, si bien funcionó por una noche, quedará rondando como un eterno fantasma, encadenado a los recuerdos de aquella noche carioca del año 1989, llena de desastres, traiciones y desapariciones. No se trata de escarbar en la vieja herida, se trata de pretender saber la verdad ante un hecho lleno de incoherencias y vacíos. Después de todo, y a estas alturas, no creo que sea mucho pedir. O tal vez sí.
5 comentarios:
Excelente crónica de uno de los sucesos más misteriosos del fútbol mundial en las últimas décadas. Felicitaciones por la prosa, la investigación y la opinión.
Saludos desde Argentina.
Excelente ensayo periodístico, al fín me he informado en detalle de lo sucedido aquella cita del 89. En ese tiempo era muy pequeño (tenía 8 años) para recordar bien lo acontecido, pero eso sí,recuerdo que el suceso fué portada de todos los suplementos deportivos del pais ( la famossa fotografía de Roberto Rojas tirado en el suelo con el rostro ensangrentado).
Gran verguenza hizo pasar Roberto Rojas al fútbol chileno, una lástima, sabiendo que en ese entonces era uno de los mejores arqueros del mundo
Sin duda la mejor cronicas leida en años de buscar atencedentes de este vergonzoso hecho!!!!
El mejor arquero de la historia sin duda..Pero un muy mal lider y mala persona y quizas el peor Capitan de la roja en años.
cabe recordar su arenga a los compñaeros de equipo donde se negaba a viajar si no habian mejore premios,solo minutos antes de viajar a Rio.
Este señor fue pagado por la mafia futbolistica Brasileña..dirigida por Ricardo Texeira Yerno de havelange.
Pero eso es solo una hipotesis ,ya que este arquero se ira al parecer con la verdad verdadera a la tumba y nunca lo sabremos
saludos
Amigos Chilenos:
Soy de Quito, Ecuador, he visto todos estos detalles y resumenes de los videos en internet de lo que pasó, creo que como uds dicen el Cóndor Rojas ha sido uno de los mejores arqueros del fútbol, loque pasó en el maracaná será un secreto que el condor se lo llevara a la tumba, pero la verdad fue rotunda, Rojas cometió ese error muy grave y tuvo que pagarlo, la verdad en ese partido Chile al serles franco tenía pocas posibilidades, Brasil fue mejor en el partido y ganaba con merecimiento, creo q si Chile se decidía a tratar de atacar podía haber sacado mejor resultado, además el resultado del empate en Santiago dejaba menores posibilidades, Al final la sanción al cóndor fue muy severa, debían haberle perdonado aunque sea después de alguno años, ni modo él por ironía de la vida vive en Brasil, y ceo que ha ayudado a jovenes brasileños a formarse como buenos arqueros. Saludos además uds debo decirles siempre fueron nuestro estigma, nuestra bestia negra para ganarles en futbol, tuvieron que pasar 60 años para poder ganarles con una generación de jugadores nuestros que fueron mundialistas y ganaron a una gran seleccion de Chile medallista olimpica en Sidney pero que al fin pudimos derrotar al monstruo futbolistico de nuestra historia que eran uds. Delgado, Aguinaga, Kaviedes, De la Cruz, Cevallos, Ivan Hurtado pudieron hacerlo. La vida sigue pero supongo que el condor ha sido odiado por muchos pero yo si le habria dado su perdón para que juegue pero que cuente que fue lo realmente sucedido.
Saludos amigos
Héctor
Veo al Cóndor tan desmejorado a los 52 años pienso en los fantasmas que deben circular por su cabeza desde esa fecha.
Da para una novela saber eso. Dostoievski lo tomaría y lo haría un personaje célebre y atormentado.
Fue el único condenado a una muerte futbolística por la FIFA. Nunca más vas a jugar, en ninguna parte del mundo. Hasta los criminales más feroces pueden gozar de la prescripción, pueden demandar por injurias si alguien le imputa un delito perseguible de oficio, una vez expirado el plazo de prescripción. Rojas, no pudo seguir jugando.
Sólo cabe sacar algo positivo, puesto que de todo hay que sacarlo. Para mí, se limpió el fútbol chileno, no a nivel dirigencial (claramente después de la salida de HMN se empeoró), pero desde los noventa en adelante se adoptó una conducta deportiva distinta de la que imperó en los ochenta. Ahora se contrarresta la dificultad de ser un equipo chico y sin peso en la Conmebol, no devolviendo trampa por trampa, como entonces, en un juego que no tenía salida posible, sino aplicando una estrategia que hace más difícil que nos jodan. Me refiero a la propuesta que hoy impera: jugar en campo rival, porque evitas que te cobren fouls dudosos cerca del área, o hace más difícil que te inclinen la cancha, sea el árbitro o las virtudes del rival. De paso evitas el déficit de estatura de nuestros jugadores, porque impides que nos saquen centros que nos duelen y mucho.
La actitud de Rojas, en caso de haberlo hecho por Chile, para mí la más verosímil, es reprochable pero tiene atenuantes.
Creo que en ese entonces, este grupo de jugadores, los del Maracaná, estaban cansados de que los perjudicaran siempre. Vi la final en Santiago de la Copa América de 1979 y le anularon dos goles por offside a Chile, cuando uno al menos no estaba. En el otro, la cámara no ayuda.
Después para las eliminatorias de México, Venancio Ramos lanzó una naranja al tiro libre del Mortero Aravena sobre el final, le desvió la pelota y el árbitro dejó seguir.
El 89, se sancionó al Nacional, por los arrojar naranjas cuando en otros recintos tiraban hasta bolsas de orina y no pasaba nada.
Hoy pienso, y espero el chanta de Jadue, no cambie eso, en lugar de apostar a la trampa, como se hizo por algunos técnicos nacionales durante esa época, es decir, hacer del Nacional una caldera, presionar a los árbitros, poner a un jugador tan mala leche como Ormeño (sin él a mi juicio Chile le ganaba a Brasil en Santiago), que además seguramente esta drogado, porque lo que hizo contra Branco fue criminal, hoy se apuesta por ganar jugando mejor y nada más.
Es lo más sano, lo más inteligente y por lo visto en Maracaná, lo más efectivo.
Respecto de Rojas. me cuesta creer que un deportista que siempre quiso ser el mejor en su puesto, haya ido para atrás. Plata podía conseguirla
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