sábado, septiembre 22, 2007

“Posmodernidad y la lógica cultural del capitalismo tardío”, de Gladys Adamson






Por cultura voy a tomar la definición del antropólogo Clifford Geertz quien escribió: “Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre”. Cultura por lo tanto es esa urdimbre de significaciones que toda sociedad crea para sí misma y que le permite reconocerse como tal.

El título de este artículo alude a una hipótesis de Fredric Jameson quien sostiene que el posmodernismo es una dominante cultural que corresponde a un momento histórico que él denomina de Capitalismo Tardío (según una definición de Mandel) o Capitalismo Multinacional. Dice Jameson: “La tesis general de Mandel, sostiene que el capitalismo ha atravesados tres momentos fundamentales y que cada uno de ellos ha significado una expansión dialéctica en relación con el período anterior: estos tres momentos son el capitalismo de mercado, el estadio monopolista o del imperialismo y nuestro propio momento, al que erróneamente se denomina posindustrial, pero para el cual un nombre mejor podría ser el de capitalismo multinacional(...) el capitalismo tardío o multinacional, o de consumo constituye (...) la forma mas pura de capital que haya surgido, produciendo una prodigiosa expansión de capital hacia zonas que no habían sido previamente convertidas en mercancías”.

Su hipótesis continua con una idea que juzgo novedosa: La fragmentación que aparece cono rasgo distintivo de la posmodernidad y que suele atribuirse a la complejidad tecnológica y a la saturación de información que proveen los medios masivos de comunicación para Jameson son las representaciones con las cuales tratamos de captar algo mas profundo “el sistema internacional del capitalismo multinacional de nuestros días” y del cual nos es imposible lograr una representación de totalidad.

Atribuimos la lógica de la fragmentación de la cultura posmoderna a la variedad y vertiginosidad de los cambios tecnológicos pero esto que constituiría la materialidad que explicaría la lógica de las representaciones culturales es lo que Fredric Jameson dice que constituye la representación posible de un irrepresentable que sería la lógica misma del capitalismo multinacional. Nos representamos a la tecnología como “causa” de la fragmentación en nuestra cultura porque nos es imposible representarnos la complejidad del capitalismo tardío o multinacional.

Puede ser útil comparar las ideas rectoras de la Modernidad, algo que diversos autores concuerdan en afirmar que comenzó a concluir luego de la década de 1950. La Modernidad se caracteriza por la confianza en el Progreso, por la búsqueda de una razón globalizante que dé cuenta del momento histórico y su devenir, la postulación de metas ideales, un fuerte sentido de la vida signada por responsabilidades acerca del mundo, responsabilidad por el otro, aun en el heroísmo, el imperio de la razón. Esta modernidad correspondía a la Industria Capitalista o al capitalismo industrial con sus fabricas, sus organizaciones obreras, sindicales.

La posmodernidad corresponde a un momento histórico diferente que corresponde al Capitalismo Tardío, a una sociedad de consumo, a una sociedad de la informática, de los medios masivos de comunicación a una sociedad de una tecnología sofisticada.

No toda nuestra cultura es posmoderna pero si el posmodernismo es una dominante cultural en nuestros días.

Algunos autores (Marshall Berman, Jürgen Habermas) no acuerdan en denominar a nuestro momento actual de Posmodernidad pero sí acuerdan en las características que definen a nuestra cultura contemporánea.

Aquí me parece importante incluir a un estudioso de las características culturales posmodernas como es Gilles Lipovetski. Este autor sostiene que asistimos a una nueva fase en la historia del individualismo occidental y que constituye una verdadera revolución a nivel de las identidades sociales, a nivel ideológico y a nivel cotidiano. Esta revolución se caracteriza por: un consumo masificado tanto de objetos como de imágenes, una cultura hedonista que apunta a un confort generalizado, personalizado, la presencia de valores permisivos y light en relación a las elecciones y modos de vida personales.

Estos cambios, novedosos a nivel de la cultura y los valores morales implican una fractura de la sociedad disciplinaria (tan bien analizada por Michel Foucault) y la instauración de una sociedad mas flexible “basada en la información y en la estipulación de las necesidades, el sexo y la asunción de los “factores humanos”, en el culto a lo natural, a la cordialidad y al sentido del humor”.

La cotidianeidad tiende a desplegarse con un mínimo de coacciones y el máximo de elecciones privadas posible, con el mínimo de austeridad y el máximo de goce, con la menor represión y la mayor comprensión posible. Poder planificar una vida “a la carta”. Esta sería la utopía de los tiempos posmodernos como el mito, tal cual lo señala Lipovetski, no sería Prometeo como en la Modernidad, sino Narciso.

La sociedad disciplinaria si bien correspondía a un sistema político democrático era de tipo autoritario. Se tendía a sumergir al individuo en reglas uniformes, en eliminar lo máximo posible las elecciones singulares en pos de una ley homogénea y universal, la primacía de una voluntad global o universal que tenia fuerza de imperativo moral que exigía una sumisión y abnegación a ese ideal.

En el contraste se ve la diferencia. Lo interesante de pensar es que la Modernidad plasmada como sociedad disciplinar constituyó una subjetividad y una forma de ejercer un control de esta subjetividad. Como lo señala Foucault, el control de las mentes y las conciencias permitió el control sobre los cuerpos y las prácticas sociales de los sujetos.

La posmodernidad no implica una liberación del control social. La posmodernidad no nos libera de una estrategia de control global. La manera de ejercer dicho control varía. Ahora dicho control se ejerce a través de la seducción, de una oferta de consumo, de objetos o de imágenes, consumo de hechos concretos o de simulacros. La cultura posmoderna es en definitiva una pluralidad de subculturas que corresponden a diversos grupos sociales y que adquieren su propia legitimación a existir y a coexistir con otras subculturas con igual o similar reconocimiento social. Dice Lipovetski: “la cultura posmoderna es descentrada y heteróclita, materialista y psi, porno y discreta, renovadora y retro, consumista y ecologista, sofisticada y espontanea, espectacular y creativa; el futuro no tendrá que escoger una de esas tendencias sino que, por el contrario desarrollará las lógicas duales, la correspondencia flexible de las antinomias”.

Se diversifican las posibilidades de elección individual, se anulan los puntos de referencia ya que se destruyen los sentidos únicos y los valores superiores dando un amplio margen a la elección individual. Lo interesante es pensar esta lógica no como la aspiración a un paraíso terrenal sino como una nueva forma de control social. La posibilidad de la constitución de una nueva subjetividad tal vez mas controlable que la subjetividad moderna-revolucionaria. Implican nada mas que tecnologías blandas de control.

El fin del trabajo: ¿la emergencia de una nueva cultura?

No podemos soslayar una problemática que constituye el centro de los debates sociales y psicosociales en el momento actual y que se percibe como una suerte de fantasma del futuro: el fin del trabajo tal como lo conocemos desde hace unos 200 años.

Los autores, que han encarado este tema con la seriedad que se merece son Jeremy Rifkin quien escribió un espléndido libro “El fin del Trabajo” y Robert Castel quien editó “La cuestión de la metamorfosis social” libro recientemente traducido al español. Hay datos históricos que resultan sumamente contundentes a la hora de pensar el fin del trabajo. Estos datos son: que a principio del siglo XIX la agricultura constituía la ocupación fundamental de los hombres. Todas las tareas agrícolas se realizaban “a mano”, arar, sembrar, carpir, regar, cosechar etc. A partir de 1850 las condiciones comenzaron a variar Mc Cormick invento la segadora, John Deere el arado de acero, mas adelante apareció el tractor. En la actualidad solo un 3% de la población laboral se dedica a tareas del agro. Estos trabajadores se trasladaron a las industrias que se hallaban en pleno auge. Llegaron a ocupar el 35% de la mano de obra de la clase trabajadora. Pero aquí también llegó la tecnología y la robotica y aunque la tecnificación de las industrias aumentaban la producción hacían que disminuyera estrepitosamente el caudal de obreros empleados.

Quedaba aún el sector de Servicios. Desde profesores a abogados, enfermeras y médicos cuidadores varios, funcionarios de gobierno administrativos y guardas de seguridad, este sector permitió salvar a la sociedad del terrible efecto desbastador del desempleo.

Actualmente el sector de Servicios también se está tecnificando, la computadora, el internet, la fotocopiadora, el procesador de textos etc. hace que se esté desplazando también de este sector a una masa de trabajadores que generan este gran interrogante: ¿adonde van? A este interrogante se suma otro que es: qué actividad humana va a suplir la multidimensionalidad de efectos, vinculares, culturales, de la vida cotidiana, barriales y subjetivos que produjo el trabajo hasta ahora?.

La ausencia de trabajo y el aumento del ocio forzado pone en evidencia que el trabajo es mucho mas que un medio de producción económica. El hecho que falte hace visible su múltiple función de organizar la cotidianidad no solo de un sujeto sino de su familia, genera hábitos, costumbres, horarios, es un medio de ubicación social de sentido para la vida, es generadora de subjetividad.

Si era el trabajo lo que producía todos estos efectos la gran pregunta es ¿qué otra actividad lo va a reemplazar como generadora de estos efectos que corresponden a la dignidad humana?

Desde los distintos autores: Rifkin y Castel se plantea la necesidad de repensar la cuestión social, la necesidad de pensar las condiciones de un nuevo contrato social, de reformular ala concepción de lo equitativo y de lo justo, de crear formas inéditas de solidaridad y a buscar modalidades originales de recomposición del tejido social.

La actual política mundial de exclusión y disgregación produce la segregación de los circuitos sociales de producción, de utilidad y de reconocimiento de una gran parte de la población mundial. Se perfila, así un modelo de sociedad en el que sus miembros no están ya vinculados por aquellas relaciones de interdependencia que teorizo Durkheim, por ejemplo y que permiten que se pueda hablar de una sociedad como un conjunto de sujetos que se reconoce, por rasgos, como “semejantes”. Tal es el peligro que comportan los fenómenos de exclusión: el exilio de una parte de la población respecto de la sociedad y la ciudadanía. El peligro no solo es encontrarnos en un nuevo tipo de sociedad sino en la descomposición de las condiciones de la democracia misma.

Vuelvo a la pregunta que implica todo un desafío: es posible que el trabajo deje de ser ese lugar central de dignidad y ciudadanía en un futuro, pero debamos preguntarnos, cuales serán las nuevas formas sociales de adquirirlas?








Ponencia presentada en el XI Congreso del Hombre Argentino y su Cultura “Debate sobre los modelos culturales a Fines de Siglo”. Cosquín, enero de 1997.











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