miércoles, mayo 09, 2007

“La lección de pintura”, de Adolfo Couve

Fragmento



En ese instante, desde la oficina, apareció una mujer de altura imponente cuyo enjuto cuerpo ceñía un traje sastre de color verde. La cabeza altiva soportaba un moño tan tirante que más que cumplir con la moda daba la impresión de un verdadero suplicio. Los ojos grandes, cargados los párpados de pintura, que levantaba con dificultad, permanecían sin pestañear largo rato. La boca pequeña, pintada de rojo, era vencida continuamente por una carcajada sonora que daba paso a una voz tan ronca que, si la señorita hubiera hablado en una pieza oscura, se la habría confundido con la de un barítono. A menudo se llevaba a los labios una elegante boquilla, y no tenía el menor escrúpulo en envolver a su interlocutor en una densa bocanada.

El señor De Morais hacía esfuerzos por no perder la apostura ante una mujer tan exuberante y enorme. El pequeño Augusto le quedaba a la altura de la cintura.

- ¿Cómo es su gracia? – indagó ella, dejando que la corrida de dientes encendiera su tez morena.
- Arnaldo de Morais... Usted ya sabrá por mi primo...
- Ah, sí... – repuso la profesora, y arrebatándole la caja de pintura, indicó al joven que la siguiera. El señor De Morais se disponía a subir las escaleras tras ellos cuando la señorita giró la cabeza y mirándolo desde arriba le advirtió:
- Usted no puede entrar, señor De Morais. En la sala está posando la modelo-. Y sin esperar respuesta, continuó subiendo, seguida del muchacho.
- ¡Desnuda... qué asco!- profirió De Morais-. ¡A lo que hemos llegado! ¡Caramba! ¡Para eso existen las mallas!

Ya se disponía a partir cuando la señorita Lucrecia volvió a asomarse desde el rellano de la escalera para agregar:

- Señor De Morais, es preciso que usted aguarde un momento. Debo tomarle un pequeño examen al chico.

Mientras esto acontecía, el señor De Morais, impresionado todavía por “la cruda realidad a que sometían a un niño que aún no cumplía quince años”, se desplazó por el que fuera el salón del palacio, convertido ahora en sala de croquis. Al mirarse en los grandes espejos, vestido de negro, demacrado, con todos sus rasgos disminuídos alrededor de una nariz encendida, sintió deseos de llorar. Tal vez ahí donde posaba aquella modelo estuvo el dormitorio de su bienamada, a quien ni siquiera la punta de los dedos había en su juventud osado besar. Pero, al mismo tiempo, la desnudez de la mujer que posaba le hizo recordar a otras mujeres que antaño, también desnudas, soportaron las caricias que la propietaria del palacio le negó. Aquellas que para eterna memoria anotó en su “cuaderno de culpas” con nombre y apellidos, y, junto a éstos, la cantidad exacta de sus tarifas. También las enfermedades con que lo obligaron a dejarlas.

Con los años se satisfacía enviando a las mucamas a trepar en altos pisos para sacudir infinidad de veces las mismas cortinas. El, recostado, no apartaba la vista, mientras ellas inútilmente intentaban distraerlo con el plumero.




2 comentarios:

anais dijo...

Esa señora viajará en Subte?

Los invito a dar un paso por las entrañas porteñas. Vengan a EL OJO BLINDADO.

V i l l a v i c e n c i o dijo...

http://el-ojo-blindado.blogspot.com/

...para todo ustedes.

¿Todo bien?
Gracias, siempre gracias.

;)