-Albertine, ahora que estamos solas, cuénteme lo que sucedió ayer en mi ausencia.
-Sí, señora. Es increíble.
-¿Usted sabe por qué la saqué del burdel para que se ocupara de mis hijos? Pues porque hay infinidad de cosas que la decencia me impide hacerles yo misma; pero deseo que sean felices, y como están muy excitados, pobres pequeños...
-¿Pobres pequeños? ¡No tan pequeños! El señorito Jean tiene quince años, la señorita Loute tiene catorce...
-Y Tototte tiene doce. Lo que yo digo, unos bebés. ¿Dónde podría encontrar usted una casa en la que se haga la vista gorda a las maquinaciones de niños de esa edad? No todas las madres son tan liberales como yo. Pero veamos, cuénteme. Quiero saberlo todo.
-Bien, cuando entré en la habitación ya habían empezado. La señorita Loute se hacía ensartar por su hermano.
-¿Y cómo se colocaba?
-A lo perrita.
-¿A lo perrita? ¡Ah, la muy puerca!
-¡Pues sí! Me quedé impresionada cuando los vi tan atareados. El señorito Jean está muy bien dotado. ¡Qué pequeño monstruo! Si yo tuviera siempre algo tan largo en el culo, no llevaría una vida tan perra.
-¡A quién se lo dice!
-Pues bien, señora, tengo que decirlo: a pesar de los seis meses que pasé en el burdel, si alguien entrara en mi habitación mientras estoy jodiendo, sentiría vergüenza y me escondería.
-¿Y mi hija no se escondió?
-¿Ella? Todo lo contrario, señora. ¡Empezó a gozar! ¡Y meneando el culo! ¡Había que verla! Gritaba: "¡Toma, amor mío! ¡Toma, me estoy corriendo!".
-¡Mujer! Si se estaba corriendo, ¿no pretendería usted que lo dejara para rendirle cuentas?
-Yo no digo eso, pero de cualquier modo resulta curioso. Para la edad que tiene, no siente ninguna vergüenza. Y lo más fuerte es que el señorito Jean sacó la polla del coño más tiesa que el brazo, diciendo que se había aguantado para acabar en mi boca.
-Supongo que le diría que sí...
-Me hice la remolona para reírnos y excitarlo.
Entonces, los tres la emprendieron conmigo, me derribaron sobre la cama, el señorito Jean me metió el rabo entre los dientes y, un instante después, ya me estaba tragando mi vasito de semen bien caliente; ni siquiera me dejaron escupir.
-Sí, señora. Es increíble.
-¿Usted sabe por qué la saqué del burdel para que se ocupara de mis hijos? Pues porque hay infinidad de cosas que la decencia me impide hacerles yo misma; pero deseo que sean felices, y como están muy excitados, pobres pequeños...
-¿Pobres pequeños? ¡No tan pequeños! El señorito Jean tiene quince años, la señorita Loute tiene catorce...
-Y Tototte tiene doce. Lo que yo digo, unos bebés. ¿Dónde podría encontrar usted una casa en la que se haga la vista gorda a las maquinaciones de niños de esa edad? No todas las madres son tan liberales como yo. Pero veamos, cuénteme. Quiero saberlo todo.
-Bien, cuando entré en la habitación ya habían empezado. La señorita Loute se hacía ensartar por su hermano.
-¿Y cómo se colocaba?
-A lo perrita.
-¿A lo perrita? ¡Ah, la muy puerca!
-¡Pues sí! Me quedé impresionada cuando los vi tan atareados. El señorito Jean está muy bien dotado. ¡Qué pequeño monstruo! Si yo tuviera siempre algo tan largo en el culo, no llevaría una vida tan perra.
-¡A quién se lo dice!
-Pues bien, señora, tengo que decirlo: a pesar de los seis meses que pasé en el burdel, si alguien entrara en mi habitación mientras estoy jodiendo, sentiría vergüenza y me escondería.
-¿Y mi hija no se escondió?
-¿Ella? Todo lo contrario, señora. ¡Empezó a gozar! ¡Y meneando el culo! ¡Había que verla! Gritaba: "¡Toma, amor mío! ¡Toma, me estoy corriendo!".
-¡Mujer! Si se estaba corriendo, ¿no pretendería usted que lo dejara para rendirle cuentas?
-Yo no digo eso, pero de cualquier modo resulta curioso. Para la edad que tiene, no siente ninguna vergüenza. Y lo más fuerte es que el señorito Jean sacó la polla del coño más tiesa que el brazo, diciendo que se había aguantado para acabar en mi boca.
-Supongo que le diría que sí...
-Me hice la remolona para reírnos y excitarlo.
Entonces, los tres la emprendieron conmigo, me derribaron sobre la cama, el señorito Jean me metió el rabo entre los dientes y, un instante después, ya me estaba tragando mi vasito de semen bien caliente; ni siquiera me dejaron escupir.
3 comentarios:
Se las trae Descontexto Editores...Reconozco que me salté lo de Delillo, pero esto último...había que leerlo. Digo, el texto de Louys levanta el ánimo pa' disfrutar esta noche de sábado. Más de alguna hormona se los agradece en lo más profundo de su ser (o casi)
Saludos!
Descontextualizada, DeLillo estaba un poco largo, es cierto. Louys no está largo, pero tal vez su alcance llegue a remecernos por igual. Por cierto, Feliz Noche de Sábado para ti.
Strong... very strong!
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