Es el 22 de enero de 1961, en Montagnola, en la parte italiana de Suiza. Almuerzo en casa de Hermann Hesse. Afuera cae la nieve; pero el cielo está claro. Miro a través de la ventana; luego, a mi plato de curry; al levantar la vista encuentro, al otro extremo de la mesa, los ojos también claros y transparentes de Hesse.
- ¡Qué suerte –digo- hallarme hoy almorzando aquí, con usted!
- Nada sucede casualmente –responde Hesse-, aquí sólo se encuentran los huéspedes justos, éste es el círculo hermético.
Muchos años debieron transcurrir hasta mi próximo encuentro con Hermann Hesse. Sin embargo, durante todo ese tiempo, no dejamos de comunicarnos. Fueron mensajes más bien sutiles de su parte. Es extraño, no puedo menos de admirarme de lo sucedido. Apartados por años, distancia, formaciones culturales y continentes, una verdadera amistad, tejida en una tela asombrosa, se fue creando, hasta llegar a convertirse en cosa del destino. El escritor mundialmente admirado, el Maestro, el Mago, por así decirlo, le tendía su mano añosa a un escritor joven, desconocido, venido de un país pequeño, casi perdido en el último rincón del mundo, y lo hacía su amigo, hasta llegar a decirle, al final de sus días: “Ya no me quedan amigos de mi edad, todos han muerto”.
Después de mi partida a la India, en 1953, las comunicaciones con Hesse se hicieron más frecuentes, pues él se hallaba desde siempre empapado de la antigua sabiduría hindú, que nutriera su alma y su obra. Le comuniqué mi partida sin decirle que iba como diplomático, porque deseaba seguir siendo para él un peregrino, con su bordón y su saco, como cuando le visitara por primera vez en su santuario de las cumbres alpinas.
Mi vida y mi experiencia de India se hallan narradas en mi libro “La Serpiente del Paraíso”. Sólo agregaría aquí que no pasó un año sin que enviase a Hesse señales, o las recibiera también de aquel eremita que no gustaba prodigarse. A veces eran fotos; otras, pinturas, poemas o libros. Nuestra amistad no fue, por cierto, literaria, sino mágica, sin edad, sin tiempo; un encuentro en medio del río eterno de las cosas.
de El círculo hermético, 1973
3 comentarios:
Jalil, nuestra amistad fue un encuentro en medio del rio eterno de las cosas... quiero que sepas que siempre te leo aunque no me comunique... en mi insomnio, este blog me mantiene despierta...Tu Fran...
Jalil, nuestra amistad fue un encuentro en medio del rio eterno de las cosas... quiero que sepas que siempre te leo aunque no me comunique... en mi insomnio, este blog me mantiene despierta...Tu Fran...
a proposito de Miguel Serrano este blog lo escribì sobre Barreto:
www.hectorbarreto.blogspot.com
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