sábado, agosto 19, 2006

"La forma del secreto", de Rodrigo Fresán


Según la Enciclopedia de objetos inasibles, recopilada por Lord Lionel Fineshape (Kingdom Come Press, Londres, 1823), un secreto “tiene una forma cilíndrica y es grácil y ligero como una pluma”.

En su tratado: Sobre todas las cosas invisibles de nuestro Mundo, Xu Dim, contemporáneo de Siddartha Gautama, prefiere, en cambio, referirse al secreto como un perfume delicado o un pestilente gas de los pantanos, según las intenciones reales de su portador”.

En sus apuntes privados, el arqueólogo Heinrich Schlieman concibe la posibilidad de una antigua cultura prehelénica que basaba su economía en el “comercio de secretos”: “Eran gente de piel pálida que todo lo insinuaban, que consideraban secreta hasta la existencia de dioses siempre curiosos por descubrir lo que ellos ocultaban”.

Las alusiones a esta forma alternativa de religión –la adoración del secreto como entidad todopoderosa- aparece ya en el misterio del séptimo día, cuando el Creador de Todas las Cosas decide descansar sin entrar en detalles, o cuando no abunda en demasiado en cuanto a los efectos colaterales de morder la fruta del Árbol de la Sabiduría.

Pero no son los grandes secretos tan bien guardados durante tanto tiempo –la división del átomo, la redondez de la tierra que pisamos, la identidad secreta de Batman- los que aquí se discuten; sino los secretos de todos los días. Aquellos que no resultarían demasiado valiosos para la cultura intuida por Schlieman. Las palabras a media luz que se susurran provocando un ligero aunque perceptible aumento en la temperatura corporal de quien las recibe; el inédito giro conspirativo de las pupilas de quien las confía. La sonrisa de Gioconda asesina y esa voz que no, no puede ser la propia porque cómo es posible, y sin embargo, sí: uno está siendo utilizado por el secreto. Esas palabras constituyen no la propia voz, sino la voz de un secreto que ya no lo es tanto.

La única y auténtica función del secreto, se sabe, es la de dejar de serlo. La de soportar de mala gana un breve período de incubación para estallar, sin demora, con el esplendor enfermo de fuegos artificiales.

Un secreto se transfiere, como cierta mala sangre, para contaminar el sistema circulatorio del receptor y obligarlo a buscar nuevas arterias para contagiar. De ahí la perfecta paradoja: si un secreto es conocido por una sola persona, su valor es relativo; pero su atracción crece proporcionalmente con el número de personas que lo comparten, sea en los pasillos del Tercer Reich, en las colinas aparentes de Beverly Hills, o en los sótanos del Vaticano.

El vínculo que hermana a secreto con literatura siempre fue fecundo y poderoso. Basta con elegir nombres al azar en cualquier libro de citas. Oscar Wilde: “La razón por la que sentimos tanto placer en revelar secretos ajenos es que distrae a la atención pública de los propios”. D. H. Lawrence: “El sucio secretito es el más difícil de matar”. Biografías incompletas señalan al joven J. D. Salinger como un eficaz oficial interrogador a la hora de extirpar claves, códigos y mapas tatuados en el cerebro de oficiales nazis. Por allí se contonea Mme. De Merteuil, arquitecta exquisita de las Relaciones peligrosas, defendiendo “la perfecta oportunidad de oír y observar no aquello que me contaba la gente, cosas que no tenían el menor interés, sino aquello que intentaban esconder”.

El Libro de Libros insiste, con obvia desesperación, en intentar convencer sobre la existencia cierta de “Aquél hacia el que se abren todos los corazones, todos los deseos, y al que es imposible esconder algo”.

El mantra persecutorio modelo Dios está en todas partes y ve todas las cosas, parece haber sido construido para funcionar como método anticonceptivo a la hora de impedir la proliferación de secretos. Lo que no habla muy bien de la eficacia de ciertos métodos porque, bueno, todo parece indicar que la gente -entonces, ahora y siempre- prefiere no cuidarse demasiado, cuando de secretos se trata.




De Trabajos manuales, 1994

2 comentarios:

ADO dijo...

He buscado por todo Santiago y Buenos Aires Trabajos Manuales y nada de nada....

Por lo menos acá está este artículo

saludos

coty dijo...

como escribes de lindo hombre