I
Al mensajero
lo esperamos tres años con la mirada fija
escrutando muy de cerca
los pinos la playa las estrellas.
Uniéndonos con el filo del arado o con la quilla del navío
tratábamos de encontrar de nuevo el germen primero
para que recomenzara el drama antiquísimo .
Volvimos a nuestras casas quebrantados
con miembros debilitados, con la boca corroída
por el gusto del moho y la salmuera.
Cuando despertamos partimos hacia el norte, como forasteros
hundidos en brumas por las alas inmaculadas de los cisnes
que nos herían.
En las noches invernales nos enloquecía el viento impetuoso del este
en el verano nos perdíamos en la agonía del día que no podía expirar.
De vuelta trajimos
estos bajorrelieves de un arte humilde.
1935
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