domingo, marzo 29, 2020

“Un árbol Bodhi en medio del sombrío bosque”, de Aciro Luménics





Sobre El pantano
(Rojst, Polonia, 2018)
(Netflix, 5 capítulos)


El bosque, dos perodistas: Witold y Piotr, muerte, opresión, intriga... Conceptos inciales a la hora de intentar reflejar, sin dar más pistas que ronden lo descriptivo, el ánimo y motivo principal de este excelente serie, destinada, sin ningún tipo de miramientos, a transformarse en serie de culto.

Punto por punto, se trata de una propuesta de “excelencia” (las comillas son el primer guiño al espectador chileno). Digo esto, no por un afán de escaso humor (rasgo totalmente ajeno a esta oscura serie), sino porque el espectador chileno mayor de 45/50 años, aquel que ha vivido dictaduras reales, verá con estupor -como un mal sueño que se hace eterno- esta serie de imágenes, personajes e intrigas, que vivió en carne propia en la misma década y casi por los mismos motivos que en la Polonia representada. Como haciendo presente, hoy más que nunca, que no existe dictadura buena (da igual el extremo ideológico que la sustente), nos vemos frente a escenas que, de seguro y lamentablemente, vamos a reconocer.

Sin entrar en adelantos, porque el principio fundamental de una serie extraordinaria es el ser vista, podemos decir que, en cuanto a

-la historia, se trata de una historia de trama policial (crimen, investigación) con trasfondo político. Esta vez sin detectives como protagonistas, sino que periodistas. Verdaderos héroes de la información, o de la desinformación -también conocida como “información oficial”- en sistemas políticos totalitarios. Como en todo policial que se precie, acá están el policía(periodista)bueno y el policía(periodista)malo. Algunos periodistas, en Chile y en Sudamérica lo sabemos de sobra, en tiempos de dictadura difunden el relato oficial. Otros no. Costos y beneficios hay para ambos, y en este relato no podrían estar mejor representados. Sin adornos narratológicos, presenciamos una historia sólida, de guion preciso y efectivo. Incluso la marca de un árbol es parte de la trama, también el bosque o la tapa de un lavabo. Así es como el relato se forma a partir de restos, de inmanencias, de historias paralelas.

-los personajes y actuaciones, debemos decir que hablar de que son almas solitarias las que llenan la pantalla no representa ningún aspecto diferenciador. Probablemente, algunos de ellos nos recuerden series policiales conocidas, o a autores cinematográficos de estirpe: algo de True Detective observamos en el carnicero, algo del cine soviético en el manejo de época (derruido, un tanto miserable), algo de David Lynch en la personificación del bosque, además del símil de Perdita Durango en la dueña de la tienda/trastienda de vestidos y ropa de encaje), algo de novela adolescente, algo de narración política... Las notables actuaciones, la construcción de cada personaje, la caracterización perfecta, el uso de elementos-rasgos distintivos... hace que, a pesar de la distancia, nombres, cultura e idioma, podamos reconocer sin dificultad a todos y cada uno de los personajes de la historia, ubicándolos en su rol -principal, secundario, incidental-, siendo cada uno parte esencial de la trama principal. No hay personajes que sobren, no hay cosmética, no hay uso vacío del tiempo. Hablamos de un tratamiento no solo eficiente y relevante, sino fundamental e indispensable.

-la narración/el tiempo narrativo. Es una serie de tempo europeo. Más aun, es una serie de tempo europeo tras-cortina-de-hierro. Un tempo desconocido, lento, denso, pastoso, a ratos difícil de tragar. Las miradas se escudriñan, se silencian, se superan. El profesional joven encarna los apuros, y, por ende, las equivocaciones. Está construyendo su camino. Los demás, ya viejos y cínicos, se han entregado al sistema o a sus propias frustraciones. Dicho de otro modo: los más viejos conocen el juego, y apuestan sobre seguro o a riesgo de sus vidas. En esto no hay tintes medios. Algunos pierden y otros pierden un poco menos; todo bajo la pausa inerte de los tiempos.

-tratamiento visual. Se debe destacar, especialmente, este aspecto de la serie. Un tono grisáceo permanente. Una fotografía –decolorada- acorde a los tiempos, sobre un decorado perfecto. Inolvidables resultan los automóviles (seguramente de origen soviético), pequeños y destartalados, pero funcionales –casi siempre. Los paseos por el bosque resultan evocativos debido al tinte otoñal, intencionado obviamente, también porque la fotografía ha sido minuciosamente trabajada. Cada cosa está en su sitio: corrección y precisión; consignas estético-políticas de otra era, que podría ser la nuestra entonces (chilena, sudamericana), sin variar mucho más que el idioma (y, quizás, solo quizás, el extremo ideológico).

-fondo ideológico. Existe un entorno emocional de permanente vigilancia, opresión y escape plausible, tan probable como arriesgado. Un entorno individual de aparente normalidad, con fiestas de gente pudiente, romances en fiestas escolares (en las que se practica el bullying extremo), trabajadores de rutinas idénticas y seguimientos constantes. Es un fondo asfixiante que se intercala en cada escena, en cada diálogo, en cada historia paralela. En este sentido, la serie no da respiro.

-banda sonora. Es uno de los puntos altos de la serie, recordándonos que una propuesta de este tipo no puede dejar al azar ningún detalle. Es un acierto el cierre de cada capítulo, con aroma a música electrónica venida desde lo más profundo de la década de los 80. Reconocemos, no a través del idioma, pero sí a través de melodías, ritmos y propuestas visuales, el estilo que recorrió aquella década en todo el mundo. Cada track es elegido según el ánimo que redunda en el capítulo, por lo general de tono reflexivo, lento y en tonos sepias.

-el final. Sin la vulgaridad del espacio (narrativo) abierto -para tentar una potencial continuación-, El Pantano exhibe en cinco capítulos todo lo anterior señalado. Ni más, ni menos (un recado para novelistas, guionistas y editores ambiciosos), además de ser un gesto casi-noble el mantenerse (en los márgenes realizables) bastante fuera de los usos de la industria televisiva. Sin entrar en detalles, y en un relato aparentemente desprovisto de espiritualidad, sorprende aquella escena cúlmine. Un árbol bodhi en medio del sombrío bosque. Baste mencionarlo para no entorpecer la experiencia visual.

En definitiva, una serie que replica realidades vividas, durante aquella época (1981-1982), lamentablemente en muchos lugares distintos del planeta. Como para asegurar que la historia es cíclica y el hombre un ser político por imposición. En cuanto entra el poder a la ecuación básica (laboral, filial, familiar) se produce el desbalance, la corrupción, la contaminación. Se tiñe el alma de un oscuro gris, las manos, a veces, de rojo intenso, y la vida toda de un ánimo tan insoslayable como repentino. El mejor ejemplo de esto es el mismo Witold, ansioso por salir pero que, explicablemente, decide quedarse a resolver el caso, por un compromiso familiar, con su compañero, consigo mismo, con la verdad... un compromiso ético.



El Pantano(Rojst, Polonia, 2018)











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