martes, agosto 22, 2017

“Trisagio”, de Eduardo Anguita






Ensombrece la tierra la reteñida ausencia del carbón condenado
Pidiendo convertirse en presencia invisible,
Y el azogue que pecó en la fiebre
Clama subir al cielo en una mirada.
Los fósforos zoológicos del mar ruegan al Santo
Arrodillarse en ramas del presentimiento.
Resuena cobre sol aplastado
Y expande con campanas las líneas de la noche.
Terrible Santo, te suplican las lianas,
Escrituras de olor, venenos remordidos.
El calcio se irá a la nieve
Y Camphora Bromata a los infiernos.
Lachesis Trigonocephalus, Crotalus Horridus, Naja Tripudians,
Subamos por los árboles del Reino.
La gran hoja paulonia oscila como mano
Y es una hostia muda en el bosque del cielo.
Tu beso la trasmine incandescente y frío
Como aire que trasfunde al instrumento.
Asfodelos sangrantes traspasan los vitrales
Por nadar en las áreas inmóviles del mármol.
Todos los pájaros cómo te pían, Santo,
Para que Tú les abras los ámbitos eternos
Y en la lámina de una brisa impalpable
Flotar cantando ¡Hosanna! de ola en ola de tiempo.
Cada ola es invisible de un instante a otro instante
Y todo el mar, secreto.
Santo Dios:
Conmigo oran los reinos.
Mi columna interior es un ciego venado,
Es un coral litúrgico, un clavecín sangriento.
Santo fuerte, Santo inmortal:
Y un sistema de brasas hacia tu pensamiento.
Padre del antes, del después, del ahora,
Padre de la distancia, Padre del tiempo.
Padre de los ‘yo soy’ y de los ‘ahí están’,
Padre de las personas, Padre de los objetos.
Agios o Theos, Agios ischyros, Agios athanatos:
Eleison, eleison, eleison!






en Liturgia, 1971












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