Sin atención a público
ni por súplica.
Puertas cerradas
a toda palabra sollozo.
Oídos tapiados con muros
a lamentos de otros
a otra diáspora.
En los ventanales
se pega
una necro-actividad profesional.
Cuerpos faenados
cuelgan de los ganchos.
Es una carnicería.
Bajo la puerta
escurre un mar de sangre.
Baña nuestros pies
nuestro silencio.
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