miércoles, abril 10, 2024

«Ghazal sin hogar», de Issam Zineh

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Comience con un animal, pero no con un pájaro.
Un búfalo. Y extermínelo. Piense: no en un pájaro.

Piense en política o en la práctica. Conocí al vecino nuevo.
Acarreaba bolsas de mata-gusanos. Los cuervos

han estado despedazando el césped. En sus palabras,
este es un acto de reciprocidad espiritual. Piensa en un halcón,

y sólo con eso hemos dado vida a la tierra. Los San inclinan sus flechas 
con tripas de larvas secadas al sol, las dejan volar, como pájaros,

flechas para una especie de agotamiento amable. La primera muerte
se transcribe en la piel — el padre corta el costado del hijo con un hueso de

pájaro, frota carne y grasa en la herida, deja cicatrices en el lado derecho 
del cuerpo para el macho, en el izquierdo para la hembra. Cada pájaro

tiene un nombre, el menos articulado decanta por cuerpo y por color.
De cejas blancas, pico amarillo, manto gris. Algunos pájaros

empalan a sus presas con espinas. Algunas personas sienten que
el concepto más adecuado es sin hogar. Me recuerdas a las golondrinas

que vuelven, cada año, al mismo cometido — ahora esta es nuestra
cosmología. Júrame que cuando sea hora me dejarás atrás. Alíviate.

Rodea mi cuerpo con matorrales espinosos. Enciende un fuego a mis pies.
Déjame oír a lo lejos — a los pájaros y, un poco más allá, a más pájaros.















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