martes, febrero 20, 2024

«Visitante del amanecer», de Izzidin al-Manasrah

Versión de Juan Carlos Villavicencio




En las entradas a las ciudades capitales lo encontré,
Distraído y triste,
Un hombre con líneas marcadas en el rostro
Le pesaban
Como un ciprés, caído y silencioso,
A pesar de los vientos que lo alborotaban
Al susurrar por las tardes –
Pero él no respondería al viento. A las puertas de las ciudades capitales
            –no puedo nombrarlas
Pero canto sus nombres árabes cuando reinan los problemas–
Hago un llamado a las capitales cuando las bombas masacran a los niños
De mi pueblo. Los llamo, grito, pero nadie
Responde.
Todos han viajado hacia el oeste y el norte. Ojalá
Se hubieran ido al este, ojalá
Se hubieran convertido en estrellas en el exilio, en sirvientes de extraños.
En época de cosecha cantaron bajo los pinos,
Pero ninguna de las cosechas fue de ellos…
Es para esos hombres de corazón duro
Dueños de la tierra en nuestro exilio.
No me entierren en ninguna capital árabe, todas me han torturado
Por tanto tiempo,
Al no darme nada más que muerte y sufrimiento y pobreza
Y mártires vecinos de mi tumba,
Esos nuevos parientes, porque cada extraño es pariente del extraño.
¡No, no me entierren en ninguna capital árabe
A merced de esta terrible experiencia! A la puerta de las capitales lo encontré
Siempre con su cabeza inclinada,
Inmortal como la tierra de Hebrón,
Orgulloso como las montañas de Safad.
Era suave como el vino añejo cuando se remoja dentro del cuerpo. Habría
            tentado a las estrellas
Para acompañar su hermosa partida, una estrella que lo proteja y una hermosa
            doncella para cuidarlo por siempre.
















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