Versión de Juan Carlos Villavicencio
Oscuro, inmóvil, tenía
Los ojos fijos en el alambre de púas
Nadando entre las luces distantes.
Exigente, posesivo, celoso,
Tu amor
No conoce piedad,
Tus desiertos, calientes y áridos,
Abrasan nuestra carne. Nuestros pies
Se hunden en la fangosa trampa del Jordán.
Tus campos, verdes y tiernos, beben
Nuestra sangre. Tus montañas escarpadas
Se hacen de los cielos,
Apuñalan a las nubes inocentes y se burlan
Del anhelo de los árboles centenarios.
Los valles
Hacen eco de nuestros pasos, abrazan nuestros
huesos perdidos.
Sin rostro, cambiante, sin edad,
Cobras un terrible peaje.
Él se dio vuelta, colocó su
Kalashnikov sobre la tierra húmeda,
Saludó con la cabeza a los luchadores que contaban
historias de gloria
Los ojos de Hammad
Buscaron los suyos con una pregunta
«Como leyenda nunca podría amarla».
Él respondió
«Es que ella vive».
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