Después de largos años de paciente y afanosa búsqueda, J. dio por fin con esa novia, esa mujer única a la que un hombre jamás debe dejar pasar.
Ella tenía los colmillos largos y agudos; él tenía la carne blanca y suave: estaban hechos el uno para el otro.
en Cuentos, 1996
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