No se levantó un monumento, ni un memorial, ni una rosa.
Ni un solo verso para aliviar a los caídos
ni una cortina, ni un jirón de sangre
de la ropa de nuestros inocentes hermanos.
Ni una piedra para grabar sus nombres.
Ni una cosa. Sólo vergüenza.
Sus fantasmas deambulan sin cesar
excavan sus tumbas entre los escombros de Kafr Qasim.
(Las últimas ocho líneas de este poema fueron eliminadas por decisión del censor [israelí])
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