«Te amo más, mi hijo Pródigo, que al otro, mi hijo Fiel.
Porque me abandonaste te amo más que a él.
Porque me abandonaste sin dolor y te fuiste
sin volver la cabeza al sitio en que naciste:
porque en tu despedida no hubo gesto cobarde
ni humedeció una lágrima tus ojos esa tarde...
Dejaste el lecho blando que recogió amoroso
tus gentiles fatigas de adolescente hermoso
por la piedra y la paja dura de los caminos.
¡Pájaro en libertad, quisiste ensayar trinos!
«Soy rico, sin embargo. Tú también, hijo mío.
Desde niño fue tuyo el cordero mejor
¡y cuántas veces vimos los dos el calofrío
de la envidia en los ojos de tu hermano mayor!
«Presentía que habías de marchar sin recelo
desdeñando en la mía, la bendición del cielo!
Te fuiste; yo lloré. Nunca lloré, tú sabes:
no se alteró al morir tu madre mi rostro grave,
pero lloré por ti. Nunca te he amado tanto,
como así, desafiando mi cólera y mi llanto.
¡Y hoy vuelves! Dame tus sandalias. Yo quiero
sacudir en mi mano ese polvo ligero
que me enseña caminos que tu planta pisó.
En invierno y verano nieve y sol te esquivó.
en María Monvel: Antología esencial, 2023
Boca Budi Books
Edición de Ariel Rioseco Gutiérrez
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