Algunos ejemplos ilustres para la edificación de la juventud:
Stendhal: «¿Y esa espantable cantidad de YO y MÍ? Será suficiente para fastidiar al lector más benévolo. YO y MÍ sería, menos el talento, igual a M. de Chateaubriand, ese rey de los egoístas». «Aparte de mis otras bellas cualidades, yo tenía un orgullo insoportable».
Schopenhauer, a propósito de El mundo como voluntad: «El metal de que tanto mi libro como yo estamos hechos no es metal frecuente en este planeta. Pero acabará por ser estimado en su justo valor y por ser consagrado una vez examinado». En sus cuadernos íntimos: «La importancia en mí del hombre inteligente destinado a la inmortalidad ha llegado a ser tan enormemente considerable en relación a lo que hay en mí, por el contrario, de individualidad perecedera, que muchas veces he olvidado los múltiples cuidados personales que me acuciaban, apenas un pensamiento filosófico empezaba a germinar en mi cerebro». En Specilegia: «Es utilísimo tener siempre vivo en el alma el desprecio que merecen los hombres en general y para ello conviene meditar constantemente sobre su insuficiencia intelectual y sobre su bajeza moral… Que nuestras palabras y actitudes den a entender continuamente a quienes nos rodean poco más o menos lo siguiente: no soy vuestro semejante y me repugna el comportarme como si en realidad creyese serlo». A Lichtenstein: «El valor y la importancia de mi obra son tales, que no me atrevo a expresar esta importancia tal como me siento inclinado a hacerlo, ¡pues es tan grande que nadie sería capaz de creer!». En una carta a Ascher: «Mi tormento es no poder conocer ni la mitad de lo que se escribe sobre mí».
Bernard Shaw: «Si mi comedia Casa de viudas no es mejor que las de Shakespeare, que desaparezca inmediatamente». «Desde Shakespeare que no aparecía un genio como yo en la literatura teatral. Pero él tenía defectos de los que carezco».
Weininger: «Creo con toda seguridad que mis fuerzas mentales son tan intensas que, en cierto modo, podría haber llegado a ser el solucionador de todos los problemas».
Habría que agregar a la lista algunas frases de Víctor Hugo, Byron y otros personajes.
Por ejemplo, esta de Paracelso: «Todas las universidades poseen menos experiencia que mi barba. La pelusa de mi cogote es más letrada que todo mi auditorio». Refiriéndose a los profesores: «Ustedes tienen que seguir mis pisadas, ya que yo no he de seguir las de ustedes. Ninguno de ustedes ha de hallar un rincón lo bastante oculto que no vayan los perros y, levantando una pata, no los envilezcan. Yo llegaré a ser monarca, y mía será la monarquía sobre la cual he de reinar para que tengan que ceñirse los lomos. Todos ustedes van a tener que comer basura».
en Heterodoxia, 1952
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