viernes, mayo 26, 2023

«El doble», de Carmen Bruna




 
Yo soy la persona y soy la imagen
soy mi doble en los espejos
mi doble silencioso.
Los espejos son antiguos, los corroe el moho
con manantiales de sombra verde en la penumbra.

Estoy aquí en mi lecho, yo, la persona y la máscara. 
Estoy en una calle de los suburbios
atisbando a mi amado
que vive allí con otra mujer
a la que cubre de jazmines.
Veo la casa antigua, una casa de Brujas,
con su jardín, sus enebros, sus enredaderas de rosas silvestres, 
sus madreselvas
y esa carga de polen dorado que me pertenece.
Veo a mi amante en la «Fuente que sacia la sed».
Pero mi amante vive hoy con mi enemiga
en esa vieja casa de Brujas
que está detrás de los espejos.
Yo sigo prisionera en el azogue,
yo deambulo por las calles con mi antifaz de reina mandosiana. 
Llevo una cesta con frutos de amapola
hierbas del diablo, hongos alucinógenos
y frascos de aguardiente de cerezas.
          Sé que maté a una mujer.
          Esa mujer se parecía a mí.
          Cada día que pasa se parece más a mí.

Sé que maté a la odiada criatura
por celos y por resentimiento.
Pero ella se apoderó de mi cuerpo y de mi cara 
y, hoy, nos parecemos tanto
que, en los espejos, somos una sola persona. 
Nos hemos quitado las máscaras
nos hemos abrazado con pasión y con odio, 
clavándonos las uñas como gatas en celo.
Nos hemos vestido de negro.
Nos hemos poseído con furor y ternura.
Nos hemos asperjado con violetas fragantes.

Cuando te descuidaste te apuñalé con saña
y todas tus heridas
también fueron heridas para mi cuerpo.
Te clavé muchas veces mi cuchillo morisco.
Hoy agonizamos, mezcladas nuestras sangres,
en un solo charco rojizo,
mezcladas nuestras lágrimas de sal con las actinias del océano. 
Porque así fue como nos buscamos
para llorar junto al espejo doble
que empaña el verdín húmedo
para libramos del amante común.
Y así vamos a morir
en el claro de un bosque a medianoche
que nadie encontrará jamás.

Algún día se hablará de nuestros esqueletos abrazados 
se tejerán leyendas
se verán luces en los acantilados.

Pero nadie conocerá el fuego abrasador 
que consumió, en un incendio feroz 
nuestras dos almas
gemelas y enemigas.




en Melusina o la búsqueda del amor extraviado, 1993

















Contribución indirecta a DscnTxt de Jotaele Andrade


























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