Si por piedad filial los hijos deben morir
y los ministros por lealtad,
¿qué nos importa estar muertos?
Nuestra tierra sagrada está hecha pedazos,
ningún patriota podría sentirse tranquilo,
ningún súbdito leal hizo lo que debía.
¿Qué podría apaciguar mi justificada ira?
Zhang Xun y Xu Yuan, quienes eran leales a la corona,
nunca pudieron ser sometidos por los rebeldes;
sus nombres quedaron grabados en la eternidad.
Aquellos que vengan después deben sentir
la ausencia de su leal fervor,
y por ello deben ponerse firmes como el acero.
Pasa pronto la vida como una llama titilante;
un hombre debe trabajar, ya con sol o con lluvia,
con todas las herramientas y formas que tenga a mano.
Si los héroes se hubieran rendido ante el enemigo,
ellos habrían cargado con la culpa,
y sus nombres nunca podrían haberse sentado en la historia.
Su sombrío templo al lado del bosque,
sus estatuas, imponentes, dignas,
¡cuántas veces han sido adoradas cuando vuelan los cuervos
sobre los árboles centenarios y el sol enciende el cielo!
Si un traidor cruzara por ahí,
¡más vale que abra bien los ojos!
El poeta escribe esta letra para glorificar a Zhang Xun y Xu Yuan que no sometieron la ciudad al asedio de los rebeldes bajo An Lushan y sacrificaron sus vidas.
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