Vi a las mentes preclaras de mi generación
desangrarse por un alzamiento que no llegó.
Los vi soñar entre cubiertas de libros y
despertar en el infierno de veintidós ciudades,
aciago como el corazón arrancado de Róterdam.
Los vi rendirse a una nueva borrachera
y bailar en el fondo de la noche.
Los vi llorar por los bueyes en tranvías
y rezar entre dos bombillos de cien watts.
Los vi padecer talentos no solicitados
y hablar con agitada voz:
si estaba todo dicho, aún no por ellos.
Llegaban tarde. No se cumplía ninguna promesa.
Las ciudades relucían negras como el caviar.
en En verano todas las ciudades apestan, 1997
Traducción de Diego J. Puls
Jeunesse dorée
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