Traducción de Constanza Mendoza y Carlos Soto Román
Nosotros, que estamos esparcidos en fragmentos, cuya carne vuela por el aire como gotas de lluvia, ofrecemos nuestras más profundas disculpas a todos en este mundo civilizado, hombres, mujeres y niños, porque sin querer hemos aparecido en sus apacibles hogares sin pedir permiso. Pedimos disculpas por estampar las partes de nuestros cuerpos mutilados en su memoria de blanca nieves, porque hemos violado la imagen del ser humano normal y completo en sus ojos, porque hemos tenido la impertinencia de saltar repentinamente a los boletines de noticias y las páginas de Internet y la prensa, desnudos a excepción de nuestra sangre y restos carbonizados. Pedimos disculpas a todos aquellos que no tuvieron el valor de mirar directamente a nuestras heridas por temor a horrorizarse demasiado, y a aquellos que no pudieron terminar su cena después de haber visto inesperadamente nuevas imágenes de nosotros en la televisión. Pedimos disculpas por el sufrimiento que causamos a todos los que nos vieron así, sin adornos, sin que se hubiera intentado volver a unirnos o reconstruir nuestros restos antes de que apareciéramos en sus pantallas. También pedimos disculpas a los soldados israelíes que se tomaron la molestia de presionar los botones de sus aviones y tanques para hacernos volar en pedazos, y lamentamos lo horribles que nos veíamos después de que apuntaron sus proyectiles y bombas directamente a nuestras blandas cabezas, y por las horas que tendrán que pasar en las clínicas psiquiátricas, tratando de volver a ser humanos, como lo eran antes de nuestra transformación en las repulsivas partes del cuerpo que los persiguen cada vez que intentan dormir. Somos las cosas que has visto en tus pantallas y en la prensa, y si hicieras un esfuerzo por encajar las piezas, como un rompecabezas, obtendrías una imagen clara de nosotros, tan clara que no podrías hacer nada.
Fotografía original de Cato Lein

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