Barranquilla, 9 de noviembre de 1830
A
S.E. el General J.J. Flores
Mi
querido General:
He
recibido la apreciable carta de V. de Guayaquil, de 10 de septiembre, que ha
puesto en mis manos el comisionado de V., Urbina.
No
puede V. imaginarse la sorpresa que he tenido al ver que V. se sirve dirigir su
atención y destinar expresamente un oficial para venir a responderme y a darme
noticia de lo que pasa en el Sur y pasa con V. No esperé nunca que un simple
particular fuese objeto de tanta solicitud y benevolencia. V., al dar este
paso, ha llenado la medida de su excesiva bondad hacia mí. No puede V. hacer
más por lo que hace a la amistad. Con respecto a la patria, V. se conduce como
un hombre de Estado, obrando siempre conforme a las ideas y a los deseos del
pueblo que le ha confiado su suerte. En esta parte cumple V. con los deberes de
magistrado y de ciudadano.
No
contestaré la carta en cuestión, pues la gran carta la ha traído el señor
Urbina: este método es diplomático, prudente y lleva consigo el carácter de la
revolución, pues nunca sabemos en qué tiempo vivimos ni con qué gentes; y una
voz es muy flexible y se presta a todas las modificaciones que se le quieran
dar: esto es política. Urbina me asegura que el deseo del Sur, de acuerdo con
la instrucción que ha traído, es terminante con respecto a la independencia de
ese país. Hágase la voluntad del Sur; y llene V. sus votos. Ese pueblo está en
posesión de la Soberanía y hará de ella un saco, o un sayo, si mejor le parece.
En esto no hay nada determinado aún, porque los pueblos son como los niños que
luego tiran aquello por lo que han llorado. Ni V. ni yo, ni nadie sabe la
voluntad pública. Mañana se matan unos a otros, se dividen y se dejan caer en
manos de los más fuertes o más feroces. Esté V. cierto, mi querido General, que
V. y esos Jefes del Norte van a ser echados de ese país, a menos que se vuelva
V. una Francia, aunque esto no basta porque V. sabe que todos los
revolucionarios de Francia murieron en medio de la matanza de sus enemigos y
que muy pocos son los monstruos de esta especie que hayan escapado del puñal o
del suplicio. Diré a Vd. de paso y a propósito. Me ha dicho este joven, porque
se lo he preguntado, que los grandes destinos del Sur están en manos de los
Jefes del Norte. Esto era odioso aun antes de la revolución última, con cuánta
más razón no lo llamarán tiránico. Desde aquí estoy oyendo a esos ciudadanos
que todavía son colonos y pupilos de los forasteros: unos son venezolanos,
otros granadinos, otros ingleses, otros peruanos, y quién sabe de qué otras
tierras los habrá también. Y después ¡qué hombres! Unos orgullosos, otros
déspotas y no falta quien sea también ladrón; todos ignorantes, sin capacidad
alguna para administrar. Sí, señor, se lo digo a y. porque lo amo y no quiero
que sea V. víctima de esa parcialidad. Advertiré a V. que Rocafuerte ha debido
partir para ese país y que este hombre lleva las ideas más siniestras contra V.
y contra todos mis amigos. Es capaz de todo y tiene los medios para ello. Es
tan ideático que habiendo sido el mejor amigo mío en nuestra tierna juventud y
habiéndome admirado hasta que entré en Guayaquil, se ha hecho furioso enemigo
mío por los mismos delitos que V. ha cometido. Haberle hecho guerra a La Mar y
no ser de Guayaquil, con las demás añadiduras de opiniones y otras cosas. Es el
federalista más rabioso que se conoce en el mundo, antimilitar encarnizado y
algo de mato. Si ese caballero pone los pies en Guayaquil tendrá V. mucho que
sufrir y lo demás, Dios lo sabe. Vendrá La Mar, Olmedo lo idolatra y no ama más
que a él. Espere V. pues las consecuencias de estos antecedentes. V. sabe que
yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos.
1°. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución
ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°.
Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para
después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. 5°.
Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos
no se dignarán conquistarnos. 6°. Si fuera posible que una parte del mundo
volviera al caos- primitivo, este sería el último período de la América.
La
primera revolución francesa hizo degollar las Antillas y la segunda causará el
mismo efecto en este vasto Continente. La súbita reacción de la ideología
exagerada va a llenarnos de cuantos males nos faltaban o más bien los va a
completar. V. verá que todo el mundo va a entregarse al torrente de la
demagogia y ¡desgraciados de los pueblos! ¡Y desgraciados de los gobiernos!
Mi
consejo a V. como amigo es que en cuanto V. se vea próximo a declinar, se
precipite V. mismo y deje el puesto con honor y espontáneamente: nadie se muere
de hambre en tierra.
Hablaré
a V. de Colombia menos extensamente. Este país ha sufrido una Gran Revolución,
y marcha sobre un terreno volcánico: como una revolución trae mil y las
primeras no se habían apaciguado, la historia de la Ladera está produciendo
todavía sus efectos; por supuesto, el Sur del Cauca está en campaña con todas
las furias infernales. Río Hacha se levantó, se tomó la ciudad por las tropas
del Gobierno, pero los bandidos, acaudillados por Carujo, están infestando el
país y hacen daño. El asesino de Carvajal, Moreno, no ha reconocido al Gobierno
y distrae con esto a algunos documentos del Gobierno. En el Socorro hubo
diferencias entre la ciudad de Vélez y su capital, con este motivo se han roto
allí las cabezas. Todo el pueblo, la iglesia y el ejército, son afectos al
nuevo orden de cosas, no faltan sin embargo asesinos, traidores, facciosos y
descontentos; cuyo número puede subir a algunos centenares. Desgraciadamente,
entre nosotros no pueden nada las masas, algunos ánimos fuertes lo hacen todo y
la multitud sigue la audacia sin examinar la justicia o el crimen de los
caudillos, mas los abandonan luego al punto que otros más aleves los
sorprenden. Esta es la opinión pública y la fuerza nacional de nuestra América.
La
Administración de Bogotá, presidida por Urdaneta, se conduce con bastante
energía y no poca actividad: hay quien quiera más. de la primera, mas ahí está
la Constitución, responde Urdaneta. Sin embargo, no dejan de darle sus golpes a
menudo, pero con modo, como decía Arismendi. El nuevo General Jiménez ha
marchado ya para el Sur con mil quinientos hombres a proteger el Cauca contra
los asesinos de la más ilustre víctima: añadiré, como Catón, el anciano: este
es mi parecer y el de que se destruya Cartago. Entienda V. por Cartago la
guarida de los monstruos del Cauca. Venguemos a Sucre y vénguese V. de esos que
[una gran mancha, al parecer de tinta, impide leer la continuación, por espacio
de unas treinta o treinta y cinco letras] vénguese en fin a Colombia que poseía
a Sucre, al mundo que lo admiraba, a la gloria del ejército y a la santa
humanidad impíamente ultrajada en el más inocente de los hombres. Si V. es
insensible a este clamor de todo lo que es visible y de todo lo que no es, ha
debido V. cambiar mucho de naturaleza.
Los
más célebres liberales de Europa han publicado y escrito aquí, que la muerte de
Sucre es la mancha más negra y más indeleble de la historia del nuevo mundo y
que en el antiguo ‘no había sucedido una cosa semejante en muchos siglos atrás.
Toca a V., pues, lavar esta mancha execrable, porque en Pasto encontrará V. la
absolución de Colombia y hasta allí no podrá penetrar Jiménez. Los amigos del
Norte no exigen a los del Sur sino este sacrificio, o más bien los empeñan a
que alcancen este timbre. Hablaré a V., al fin, de mí: he sido nombrado
Presidente por toda Nueva Granada, mas no por la guarida de asesinos de
Casanare y Popayán; y mientras tanto Urdaneta está desempeñando el Poder
Ejecutivo con los Ministros de su elección. Yo no he aceptado este cargo
revolucionario porque la elección no es legítima; luego me he enfermado por lo
que no he podido servir ni aun de súbdito. En tanto que todo esto pasa así, las
elecciones se están verificando conforme a la ley, aunque fuera de tiempo, en algunas
partes. Aseguran que tendré muchos votos y puede ser que sea el que saque más y
entonces veremos el resultado. V. puede considerar si un hombre que ha sacado
de la revolución las anteriores conclusiones por todo fruto tendrá ganas de
ahogarse nuevamente después de haber salido del vientre de la ballena: esto es
claro.
Mi
carta ya es bastante larga en comparación de la de V.; por consiguiente es
tiempo de acabar y lo haré rogando a V. que rompa esta carta luego que la haya
leído, pues sólo por la salud de V. la hubiera escrito temiendo siempre que
pueda dar en manos de nuestros enemigos y la publiquen con horribles
comentarios. Acepte V. mientras tanto la seguridad de mi amistad y aún más de
mi gratitud por sus antiguas bondades y fidelidad hacia mí y reciba V. por
último mi corazón.
Simón Bolívar
en Correspondencia del Libertador con el
General Juan José Flores (1825-1830), 1977
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