Armando
Uribe Arce (28 de octubre de 1933 – 23 de enero de 2020)
1
Henos
aquí, en la ratonera
del
país que es un gato arestiniento
a la
espera de vernos
acercarnos
al queso y roerle la cáscara
para
el zarpazo darnos en el cuello
y en
seguida comernos, y al osario.
2
Estamos
no pertenecemos
al
país donde estamos ¡esta no es Norteamérica!
y sin
embargo hay edificios de Wall Street
(se
pronuncia güólstrit), este es el caso:
se
produjo la quiebra de todo, el golpe universal
de
Estado, estamos entre los escombros
que
quedaron, las féminas con cintas de colores
se
pasean con tacos aguja, sus abuelas con palillos
tejen
cartílagos y sus amantes de camisa con rayas
ya no
usan pantalones y lucen espinillas atractivas
y los
sexos se creen carismáticos.
3
La
dictadura
no
fue un error, tiene apellidos,
como
colas de rata o lagartija,
y su
elenco de honor para asesinos
los
regocija todavía, y dura
indefinidamente;
no fue un malentendido
sino
la voluntad de pasar una lija
de
hierro por encima de los niños.
4
El
siniestro, el grotesco, el que conjuga
palabras
al revés, y convierte a los hombres
en
mujercitas asustadas de las sombras
de la
noche, en siluetas recortadas
con
tijeras negruzcas homicidas,
y las
mujeres en mujer con barba,
ése
no muere. Mueren los poetas, los artistas
y los
adolescentes inocentes. Posan
para
su pésima posteridad los torpes
ridículos
y sórdidos malvados con su murga.
5
Pellejos
de testículo en la cara
cayendo
en pliegues de mejillas
tiemblan
mientras conversa el benemérito
con
el agente al que le sobran
nalgas
floridas de entre los cachetes
de su
borroso rostro de rastrero.
6
Ganaron
los pederastas, dirigidos
por
el tirano, y los homosexuales
se
retiraron a sus retretes
derrotados,
donde plegaron sus pañuelos
de
narices, se soplaron los mocos,
bebieron
sus orinas, los orines
en
placas les cubrieron de la nuca a las nalgas,
y los
grandes pederastas se cerraron el marrueco.
7
Viejas
atrocidades: novedosas
ex abominaciones:
las componen:
latigazos
del muslo al coxis: bandas
de
acero al rojo blanco en los tobillos:
tatuajes
de ideogramas en los senos:
sean
de hombre o mujer: así se hicieron
las
fortunas que hoy sirven a los hijos
de
los torturadores y a las santas
madres
para las lápidas que ponen
sobre
sus tumbas repletas de rosas.
8
Los
políticos gesticulaciones
y
taparse los ojos con las manos
torcer
la boca en rictus o en sonrisa
y con
los dedos de los pies poruña.
Dar
de codazos y sus corpulencias
aplastar
a los moros y cristianos
hermanos
suyos y elevarse encima
de
todos presidente papa jibia.
9
Cuando
se bota la ceniza
del
cigarrillo si se mira
la
brasa brota un monstruo
de
fuego transitorio
pero
feroz que quema
los
ojos la garganta
las
alfombras la casa
y el
bosque y la pradera.
10
La
alcahueta política le saca punta al lápiz
jurídico,
se lava los dientes y las uñas se escarba
y
toda se adonosa, con enaguas
de
encajes en el rodeo de abajo y en el margen
del
escote. Toma su cartapacio con escritos
en
defensa del monstruo psicópata político
y
asiste a las sesiones de la Cámara.
Pasa
tarjeta donde dice: Madama P., su casa.
11
A los
que se declaran católicos cristianos,
se
hacen capillas en sus casas,
a
ustedes los muy vanos,
que
tienen experiencias místicas pero públicas,
nosotros
les decimos, los pobres que retrucan
en el
silencio: espérense no más
algunos
años y verán, verán.
12
Es un
pañuelo de narices
mal
doblado y arrúgase y aríscase
como
las vísceras las víscidas
barbadas
de los interiores
una
modesta prótesis del hombre
arréase
al bolsillo, están vencidas
sus
tropas y lo reconocen.
13
Pasa
una infinidad de tiempo en las escuadras
proletarias
y un día, viejo gastado, se percata
que
siempre fue un burgués pequeño y dócil,
se
afeita como todas las mañanas
con
máquina gillete mellada y en el cutis
se
hace una infinidad de cortes y no estanca
la
sangre, y se da cuenta de que todo fue un equívoco.
14
Tenía
treinta y nueve
y se
acabó mi vida.
Resucitado
hacia clases
de lo
que no sabía.
En
país extranjero Extranjerías
visitaba,
y compases
parecían
las calles por las que uno se mueve
después
de muerto, lejos, calles desconocidas.
15
La
mujer puerperal y el niño apenas
niño:
ella se reclina y él se deja
acariciar
sin saber quién es quiénes;
se
oyen unos gruñidos: son las flemas
que
lo dominan ya; su vida entera
recordará
sin saberlo los tales parabienes.
16
Los
inmundos se ufanan
se
refocilan los carnales
psíquicos,
se abutagan,
se
dicen que no hay Dios, que toda carne
es
mortal y que muera el inocente
(pero
ellos están vivos y envejecen
cortando
flores y mandando
matar
o con sus manos
limpiándose
o rezando) a un dios de pana.
17
Dicen
los necios en su corazón
«no
hay Dios», y es un descubrimiento
que
en sí los regocija en el secreto
del
corazón. Piensan los necios
-si
tienen pensamiento- que no hay Dios
y se
frotan las manos de contento.
en Las críticas de
Chile, 1999
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