No es
el fuego
la
mejor metáfora del amor,
no el
ardor de las lenguas
que
consuman y consumen en dos carnes su deseo,
sino
el frío de una noche que atraviesa
tiempo
y sangre hasta forjarse el mismo cuerpo
como
imagen de un ausente
que
en la luz de su reflejo aún perdura
y
remece el cuerpo amado, ahora solo.
La
violencia no del fuego: de la muerte,
su
silencio entretejido a la intemperie de una noche
blanca
y sola
tan estéril y
radiante
como
nieve que se agolpa
sobre
bosques y pestañas
habituadas
al espanto.
No es
el fuego
la
mejor metáfora del amor,
sino
el pasmo de encontrarse de una vez
repetida
y diferente en el espejo
de
una misma y sola noche
con
la sal de un nombre ajeno
disecada
entre los labios.
en
Ceremonias de interior, 2019
1 comentario:
¡El ritmo es sublime! Cada mora está medida a la perfección, ¡excelente!
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