Empiece por romper los espejos de su casa,
deje caer los brazos, mire vagamente la pared, olvídese. Cante una sola
nota, escuche por dentro. Si oye (pero esto ocurrirá mucho después) algo como
un paisaje sumido en el miedo, con hogueras entre las piedras, con siluetas
semidesnudas en cuclillas, creo que estará bien encaminado, y lo mismo si oye
un río por donde bajan barcas pintadas de amarillo y negro, si oye un sabor de
pan, un tacto de dedos, una sombra de caballo.
Después compre solfeos y un frac, y por favor
no cante por la nariz y deje en paz a Schumann.
en Historias de Cronopios y de famas, 1962
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