lunes, julio 08, 2019

“La república de los idiotas congénitos”, de Ermanno Cavazzoni





Un idiota llamado Sereno Bastuzzi vivía en un pajar. El pajar estaba al lado de una casa colonial que hacia tiempo había estado habitada. En el pajar vivían también el padre y la madre de Sereno Bastuzzi, que eran idiotas congénitos y trabajaban el campo. A decir verdad, vivían de manera autosuficiente en un pedacito de tierra heredado.

Un idiota tiene una concepción muy personal de la agricultura; no compra ni vende nada; no usa tractores ni otras máquinas agrícolas; no poda las plantas ni les pone fertilizantes químicos, herbicidas o antiparasitarios. No siembra porque no encuentra conexión entre la semilla y la planta. Un idiota, en cambio, considera estúpidos a los demás y se ríe cuando los ve tirar semillas al suelo. De hecho comparte con la gallina el ir a picotearlos. Un idiota, por su naturaleza, no come carne; de hecho la familia Bastuzzi no la comía; comían en cambio huevos, raíces y otras hierbas parecidas a las raíces; o emparentadas con las raíces. Las raíces se encuentran en el centro de su alimentación y son individualizadas en seguida en los campos y con mucha alegría. En cambio, sienten antipatía por las ortigas y espontáneamente las pisan, de modo tal que donde vive un idiota o una familia de idiotas hay poquísimas ortigas. El idiota lo hace por venganza, no para eliminar racionalmente de los campos las malas hierbas. Lo mismo pasa con los espinos, que son motivo de lamentos y retorsiones.

El caso de la familia Bastuzzi ha sido estudiado para establecer qué tipo de agricultura adopta espontáneamente un idiota, o una comunidad de idiotas abandonada a sí misma, en la hipótesis de que un buen día se queden solos en el mundo. El estudio ha sido conducido por el doctor Consolini de la Universidad de Pavia en torno a 1960-61, con la colaboración de su asistente, la doctora María Stanca.

Un idiota considerado individualmente necesita al menos seis hectáreas de territorio para vivir, en parte boscoso y en parte con pasto, por el que corra un arroyo o exista al menos una fuente de agua potable. En verano, el idiota está bajo los árboles, al fresco, preferentemente cerca del arroyo, y no se expone a los rayos del sol, salvo por necesidades alimenticias. Le gusta la cercanía de las gallinas, por las cuales siente simpatía. Cuando el gallo encuentra una espiga o un gusano en el piso y con su grito particular hace un llamado antes de comérselo, el idiota corre también, a menudo más rápido, para comérselo él. Le gusta también la cercanía de las vacas, que son muy afectuosas con los idiotas; si ven a uno recostado en el pasto, se le acercan y lo imitan. Parece que las vacas distinguen a los idiotas de los sanos, y mientras a estos últimos les temen a causas de sus manías, con los primeros tienen gran confianza. Los Bastuzzi de hecho tenían cuatro vacas (y un novillo) y vivían pacíficamente; las vacas comían el pasto y ellos las raíces; además tomaban la leche entera y natural junto con los terneros. Para una vaca no hay diferencia entre idiotas y terneros. El idiota se vuelve muy astuto encontrando huevos, y supera ampliamente a la gallina que los esconde. Pero cada tanto algún huevo no es encontrado y eso perpetúa la raza de las gallinas.

Las gallinas que son propiedad de un idiota mueren de muerte natural, o sea de vejez; cosa que nunca se observa en las poblaciones civiles donde las gallinas se matan y se cocinan. La familia Bastuzzi no tenía esta costumbre de cocinar porque no conocía el fuego. Una gallina que siente que está por morir se aleja de la comunidad, va a los limites de la propiedad de los Bastuzzi, se esconde en un pozo o en un arbusto espinoso y se queda en silencio. También las vacas van a morir a los límites de la propiedad, en un lugar donde no crece nada y por donde no pasa nadie.

Cuando un animal sale de la propiedad de los Bastuzzi, en general es agarrado a pedradas por los campesinos vecinos o corrido con un palo. De modo que aprende enseguida los límites tal como están registrados en el catastro. También los Bastuzzi adquirieron de esta forma el sentido de la propiedad territorial y no se arriesgan a salir. Sereno Bastuzzi a menudo camina a lo largo del límite, seguido por vacas y gallinas, mirando de reojo a los vecinos que tienen una agricultura racional e intensiva y se esfuerzan por mejorar la tierra. Los Bastuzzi, en cambio, no se esfuerzan para nada y nunca parecen preocupados por cómo está la estación desde el punto de vista agrícola. Lo que es motivo de ira por parte de los vecinos.

En verano los idiotas engordan; en invierno se puede decir que caen en un letargo o en un semiletargo. En verano los Bastuzzi se despiertan con el sol y se suben a los árboles para comer la fruta; es fruta salvaje. Mientras tanto, debajo, gallinas, pavos, patos y vacas pastorean. No respetan los horarios de almuerzo o cena. Beben agua con mucho deleite. Sereno Bastuzzi parece que la saborea intensamente; entrecierra los ojos y la mastica, como si fuera un licor. Probablemente saborea su frescura en los días calurosos de julio y agosto. Esta satisfacción no se nota en las vacas, que son más ansiosas; en cambio sí se nota en las gallinas y en los pájaros en general.

El doctor Consolini, en su estudio, dice que en invierno los Bastuzzi están en el pajar, y que cuando los días son cortos y grises duermen todo el tiempo. La doctora Stanca afirma que roncan intermitentemente. Cada tanto, uno de ellos se levanta y busca a tientas nueces o avellanas y arrancan zanahorias del viejo huerto. Es imposible que ensucien con sus heces la paja. Además conocen el uso de la ropa, esto es los sacos de lana heredados de sus ancestros. También comen la nieve. Pero en el invierno no ríen, se mueven lentos y ausentes como sonámbulos; después vuelven al pajar. En invierno también el campo duerme, sepultado por la niebla y la nieve. Las vacas comen la corteza de los árboles y los setos que habían rechazado en el verano. Todos adelgazan, también las ocas y las gallinas. Algunas, las más débiles, mueren. También esto motiva la ira de los vecinos, porque las gallinas son abandonadas a sí mismas en vez de matarlas. O sea, mina las bases de la sociedad campesina y atrae a los pollos de los gallineros de los otros. Los vecinos sostienen que los Bastuzzi son peligrosos para la agricultura, y que son un mal ejemplo para sus hijos, los cuales creen que esa es una república y los Bastuzzi republicanos, no idiotas. Cuando un niño escapa de casa porque, por ejemplo, discutió con su padre y pasa un día y medio con los Bastuzzi, vuelve a casa con la mentalidad libertaria, próxima a la mentalidad de los bovinos o los pájaros; esto es, concibe solamente el presente huidizo y subestima a su padre.

El estado de letargo invernal puede durar en los Bastuzzi hasta tres meses (excepcionalmente hasta cuatro); de lo que el doctor Consolini deduce que los idiotas en estado natural no sobrevivirían más allá del circulo ártico o más allá de los mil doscientos metros de altura. Los Bastuzzi vivían en la provincia de Cuneo, que se encuentra sobre la línea isotérmica de los cinco grados en enero. Si desciende por debajo de estos valores, los idiotas no tienen suficientes reservas corporales y arborícolas para superar el invierno. El doctor Consolini sitúa, entonces, la isoterma ideal para los asentamientos espontáneos de idiotas todavía más al sur, en un régimen de precipitaciones elevado, con más de dos mil milímetros anuales de lluvia. Los ejemplos favorables que cita son las provincias de Grosseto o las zonas al pie de los montes que se encuentran en las regiones meridionales, como Bassano del Grappa o Massa Carrara.

Los idiotas, en cambio, soportan el calor hasta temperaturas elevadísimas, por encima de los cuarenta grados, siempre y cuando no escaseen los abrevaderos, de lo contrario el calor deshidrata y vuelve sediento al idiota. La doctora Stanca confirma dichos datos con un estudio de su autoría sobre la adaptabilidad del idiota en el norte de África y en África en general. Este estudio le permitió obtener la cátedra en 1964.

Si en el mundo todos fuesen idiotas -concluye el doctor Consolini- la raza humana no se extinguiría. Su número se reduciría globalmente y habitaría las zonas más calurosas, como se desprende del estudio de la doctora Stanca; el mundo se poblaría de bosques. A lo mejor las ciudades desaparecerían como un polo habitable y en el aire volverla el ozono. La naturaleza humana es hervíbora -afirma el doctor Consolini- y de hecho el idiota come espontáneamente y sin límite alguno la hierba y el fruto de los árboles; y se hace acompañar por manadas de herbívoros, los cuales lo reconocen y con los cuales se acopla. A veces se acopla también con las aves. También se ha notado que con los Bastuzzi las gallinas han vuelto a volar.



en Vida breve de idiotas, 1994











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