lunes, abril 08, 2019

“Retorno”, de Humberto Díaz-Casanueva





Como a un infante puro la sien me olía a flor fresca,
todavía mi corazón no era padre de lluvias o frío
que las noches le han ido formando una lenta escama,
tercas pieles de otoño a prueba de todo silencio.
La pequeña frente aún no pronunciaba su océano
pero al fondo de mis ojos golpeaban seres precursores
y mis sentidos empezaban a caer en estado de estrella.
Todo lo recuerdo, de súbito olas me encienden los brazos
y la pasión más íntima fluye de una estrella abierta.
Reluce la boca de una mujer como su esmeralda de dormir,
siento sus grandes ojos brotando dulcemente del aire,
aquella flor que da en la sombra su cuello desnudo,
su piel largamente lunar y sólo viva para aguas
corteza de fría luz, de espada que va para el morir.

Y ahora que los sueños me cercan como riberas de un abismo
pienso que quise perderla para aprender a cantar
porque al recordarla, ¡qué soledad más pura siento!
Ahora entre interiores, fosco y macerado, yo canto,
mi vida de paredes resonantes estira impías nieblas.
Tiembla mi alma que antes fue sólo una costumbre de amor
y de ella cae, cuando despierto, un tierno laurel oscuro.



en Vigilia por dentro, 1931












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