He estado hablando mucho de mí mismo
y ni siquiera había mencionado a Sacco.
Sacco también es un trabajador,
un competente trabajador desde su niñez, amante del trabajo,
con un buen empleo y un sueldo,
una cuenta en el banco, y una esposa encantadora y buena,
dos niñitos preciosos y una casita bien arreglada
en el lindero de un bosque, junto a un arroyo.
Sacco es todo corazón, todo fe, todo carácter, todo un hombre;
un hombre, amante de la humanidad y la naturaleza.
Un hombre que lo dio todo, sacrificó todo
por la causa de la libertad y su amor por la humanidad:
dinero, tranquilidad, ambición mundana,
su esposa, sus hijos, él mismo
y su propia vida.
Sacco jamás ha pensado en robar, jamás en matar a nadie.
Él y yo jamás nos hemos llevado un bocado
de pan a la boca, desde que somos niños hasta ahora,
que no lo hayamos ganado con el sudor de la frente.
Jamás...
Ah, sí, yo puedo ser más listo, como alguien ha dicho;
yo tengo más labia que él, pero muchas, muchas veces,
oyendo su voz sincera en la que resuena una fe sublime,
considerando su sacrificio supremo, recordando su heroísmo,
me he sentido pequeño en presencia de su grandeza
y me he visto obligado a repeler
las lágrimas de mis ojos,
y a sofocar mi corazón
que me inquietaba, para no llorar frente a él:
este hombre al que han llamado ladrón y asesino y condenado.
Pero el nombre de Sacco vivirá en los corazones del pueblo
y en su gratitud cuando los huesos de Katzmann
y los de todos vosotros hayan sido dispersados por el tiempo;
cuando vuestro nombre, el suyo, vuestras leyes, constituciones,
y vuestro falso dios no sean sino un tenue recuerdo
de un pasado maldito en el que el hombre fue un lobo
para el hombre...
Si no hubiera sido por esto
yo hubiera podido vivir mi vida
charlando en las esquinas y despreciando a los hombres.
Hubiera muerto olvidado, desconocido, fracasado.
Ahora no somos un fracaso.
Esta ha sido nuestra carrera y nuestro triunfo.
Jamás en toda
nuestra vida hubiéramos podido hacer tanto
por la tolerancia, por la justicia, porque el hombre entienda
al hombre, como ahora lo estamos haciendo por accidente.
Nuestras palabras, nuestras vidas, nuestros dolores— ¡nada!
La pérdida de nuestras vidas —la vida de un zapatero
y un pobre vendedor de pescado— ¡todo!
Ese momento final es de nosotros,
esa agonía es nuestro triunfo.
en
Antología de la Poesía Norteamericana,
2018
Antologadores:
José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal
Descontexto
Editores
Nota Descontexto: Ernesto Cardenal, en el
prólogo a esta antología, explica la inclusión de algunos textos no poéticos en
la selección: “Otras particularidades de esta antología son el incluir como
poemas unos que en realidad no se consideraban poemas [...] porque consideramos
que son verdadera poesía moderna [...] También al incluir un texto no
literario, que son las últimas palabras de Bartolomeo Vanzetti ante la corte
que lo condenó a muerte junto con su compañero Nicola Sacco; y que Seldem
Rodman incluyó como auténtico poema, dándole corte de versos, en su A New Anthology of Modern Poetry”.
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