Quiera Dios y el país que nunca llegue a ser Ministro de
Relaciones exteriores, porque también tengo un plan para arreglar nuestras
cuestiones internacionales.
Mi plan es complicado y sencillo al mismo tiempo: complicado, porque
creo que los problemas internacionales se arreglan embolisnándolos, y sencillo,
porque consiste en hacer todo lo contrario de lo que, hasta hoy, ha hecho el Gobierno.
¿Qué Bolivia y Perú piden el desahucio y la revisión de un
Tratado? Pues, el asunto no es para perder el sueño. Todos los países han
celebrado Tratados con las naciones limítrofes, y por lo menos la mitad está ya
arrepentida de haberlo hecho y quisiera modificarlos en conformidad a sus
intereses. Venga, pues, la revisión de los contratos y que hablen a una voz
todas las cancillerías descontentas. Que el Ecuador reclame del Perú, Argentina
del Brasil, Paraguay de la Argentina, Venezuela de Colombia y esta y México de
los Estados Unidos, y desahucie, si es posible, España, su reconocimiento de la
independencia de cada una de las actuales repúblicas americanas; protesten a su
vez los aborígenes del derecho de conquista, alejado por nuestra madre patria,
y procédase a la revisión general de todos los tratados de que hay recuerdo en
la historia del nuevo y antiguo continente.
Busquemos una “solución de conjunto”, como dice don Eliodoro
Yáñez, y opongamos a la vieja doctrina de Monroe esta moderna teoría: “América
para los indígenas”.
A la semana siguiente de presentada a la Sociedad de las
Naciones la revisión conjunta de cincuenta o cien Tratados, sus miembros se
pondrían un botoncito en la solapa que dijera: “No me hable usted de revisiones”,
y por la cuestión de Tacna y Arica quedaría en “in pase” por los siglos de los
siglos.
Esta es la fórmula de arreglo que he llamado “complicada”; en
cuanto a la “sencilla”, consiste como está dicho, en obrar a la inversa del
actual Gobierno.
En vez de iniciar gestiones que puedan disminuir el territorio,
iniciar las que puedan aumentarlo. En vez de esperar que Bolivia pida un puerto
en el Pacífico, apresurarse a pedirle uno en el Atlántico, o a lo menos una
salida al Titicaca. En vez de aguardar que el Perú presentara una modificación
a la fórmula Hughes, presentarla nosotros, y en vez de aceptar la de ellos,
conseguir que ellos acepten la nuestra. En vez de hablar en las negociaciones
de un misterio que no existe, tratar de que existiera y no contárselo a nadie.
En vez de decir que Chile no toleraba el arbitraje por ningún motivo y
aceptarlo al fin, haber dicho que lo toleraba y no aceptarlo nunca. En vez de
celebrar la juventud de nuestro Ministro de Relaciones, poder felicitarnos de
la juventud del Ministro de Relaciones del Perú. En vez de que el Gobierno
diera instrucciones a los delegados de Washington, esperar que estos se las
dieran a él, y en lugar de llegar a una fórmula que, al decir del Canciller, “da
toda clase de garantías al Perú”, llegar a otra que diera toda clase de
garantías a Chile.
Este es mi modesto y sucinto programa ministerial. Desde luego,
creo contar con la opinión del señor Yáñez. Si es del agrado del país, no tiene
sino tarjar de una plumada todo lo hecho y obtener del señor Barros que me ceda
por quince días la cartera de Relaciones Exteriores.
en
Pluma en ristre, 1925
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