jueves, octubre 25, 2018

“Slavoj Zizek, filósofo pop”, de Rodrigo Severin





Slavoj Zizek -considero- es el primer filósofo pop. Está de moda. No solo se ha difundido su obra a través de medios tradicionales, especialmente la escritura y también registros de diálogos. Zizek ha ido más lejos, observando con zagacidad que otros medios de difusión masiva, en el contexto de la globalización, resultan de mayor alcance, haciéndose parte y protagonista de películas hollywoodenses, en principio neutrales, pero con un dejo aromático a propaganda. ¿Cúal? Usted decida.

Esloveno de nacionalidad y de profesión: filósofo, sociólogo y psicoanalista. Se considera a sí mismo un intelectual de izquierdas, no obstante también un crítico radical de la vieja izquierda.

Hace poco me encontré con una excelente producción de dos partes: “Guía perversa para la ideología”. Zizek protagoniza una exégesis, principalmente de reconocidas producciones cinematográficas, con una simpática e ingeniosa puesta en escena: se reproducen escenarios de calcada tramoyería con las susodichas películas, en secuencias alternadas, mientras va hilando su monólogo. También adopta los disfraces de los personajes (a veces lo vemos en las barcaza de Tiburón, o tirado en la cama del Taxi Driver, o  ahogándose en las escenas finales de Titanic). Un verdadero show.

Va elaborando un discurso en el que deconstruye, es decir, remueve uno a uno, ladrillo por ladrillo, el edificio de las ideas, para determinar qué conclusiones sustanciales podemos obtener de estos monumentales relatos. En otras palabras, nuevas ideas sobre ruinas de ideas. Me refiero a los relatos que justifican los sistemas de creencias. Realiza una acuciosa crítica de toda ideología (siglos XX y XXI), repasando desde el nazismo a las revoluciones comunistas, y pasando por el capitalismo y credos religiosos tales como el cristianismo o el judaísmo, y toda suerte de instituciones orientadas a la dominación mediante el uso propagandístico de los medios de comunicación. No deja títere con cabeza, sosteniendo que todo sistema ideológico es una farsa en la superficie, y que aquél requiere de una “noble fábula” (engaño), al decir de Platón, para autoperpetuarse.

Sostiene que la libertad solo se logra, no cambiando la realidad para lograr los sueños, sino cambiando los sueños para cambiar la realidad. Concluye en aporía y algo así como una “utopía antiutópica” citando al filósofo Walter Benjamin: “Las verdaderas revoluciones no deben orientarse a cambiar el futuro, sino a redimir las revoluciones fracasadas”. Luego, un fatalismo ideológico y ninguna propuesta concreta. Curiosamente muere ahogado, igual que Di Caprio en Titanic, pero dejando su antebrazo empuñado mientras se hunde. O sea nada ni nada: ¡tan tan! ¿Quiere quedar bien con los comunistas?

Para no ser injusto, debo recomendar el documental, más allá mi valoración, pues es realmente interesante y vale la pena verlo.

Chomsky, eminente pensador y también intelectual de izquierdas, le trata abiertamente de charlatán: “... Dice [Usted] que su trabajo es cada vez más influyente… Permítame que lo dude. Yo creo que sus poses y posturitas son cada vez más influyentes. ¿Me puede usted decir a qué trabajo se refiere? Porque lo que es yo, no lo encuentro. Es un buen actor. Hace puestas en escena y que las cosas parezcan apasionantes, ¿pero encuentra usted algún contenido? Yo no”.

Suscribo.



en Publimetro, 27 de marzo de 2015













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