Contemplad a los hombres que besaran mil bocas
y aún persiguen labios y labios que encender:
¡tienen la risa triste, las alegrías locas;
en turbia mezcla, todo y nada en qué creer!
Sólo sé de la boca de una misma mujer,
nunca tuve otro nido de alegría y dolor;
emigro cada otoño, y siempre sé volver;
regreso palpitando, traspasado de amor.
Con polvo de la tierra se amasara ese nido,
es breve y es eterno, como Dios, circular:
por los bordes de un beso veinte años he seguido,
¡veinte años en hoguera, sin poderlo agotar!
Hacen el nido suave, plumas que allí dejara;
besa besos que diera, beso que ahora doy;
el pasado distante con besar despertara;
¡anudo en él, eterno, lo que fui y lo que soy!
En árbol de mujer yo labrara ese nido;
más sereno y más alto en cada regresar;
el cielo penetrando su crecer sostenido
¡ya viento de Dios viene, en su copa a cantar!
en
El llamado del mundo (antología), 1971
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