Éramos
jóvenes.
Acaricié
tus tetas bajo la camisa granate del partido. Nos besamos largamente, apoyados
en una muralla pintada con grandes letras que decían que éramos la única
esperanza del pueblo.
No
supe nunca más de ti.
Ahora,
a veces, cuando salgo del banco en que trabajo, me acuerdo que esa misma mañana
me habías insultado. “Eres un chancho burgués”, dijiste.
Eran
otros tiempos.
en Sueños eróticos/Amores imposibles, 1986
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