Fragmento
A pesar de la oscuridad
reinante
la noche estaba en sus
comienzos
en los bordes de las
grandes escalinatas de ágata
donde
fatigado por la luz del día
que duraba desde la salida
del sol
el gran Masturbador
su inmensa nariz apoyada
sobre el piso de ónix
sus enormes párpados
cerrados
la frente corroída por
horribles arrugas
y el cuello hinchado por el
célebre forúnculo
que bulle de hormigas
se inmoviliza
extático en ese instante
del crepúsculo
todavía demasiado luminoso
mientras la membrana que
recubre enteramente su boca
se endurece a lo largo de
la angustiosa
de la enorme langosta
aferrada
inmóvil y apretada contra
ella
desde hace cuatro días y cinco
noches.
Todo el amor y toda la embriaguez
del gran Masturbador
residía en los crueles ornamentos de oro falso
que recrubren sus sienes
delicadas y blandas
e imitan
la forma de una corona
imperial
cuyas finas hojas de acanto
bronceado
se prolongan
hasta las mejillas rosadas
e imberbes
y continúan sus fibras
duras
hasta fundirlas
en el alabastro claro de su
nuca.
en Antología de la Poesía Surrealista, 1961
Aldo
Pellegrini, antologador
Originalmente
en La femme visible, 1930
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