Pau Grande es un pueblo que hoy
tendrá unos 5000 habitantes, a hora y media en auto desde Río de Janeiro, por
carreteras empedradas y empinadas, entre montañas y vegetación selvática. Allá
está enterrado Manuel dos Santos, Garrincha, porque allá fue donde nació, el 23
de marzo de 1933. Fue un niño atacado de una poliomielitis leve, que le dejó
una pierna algo más corta que otra, y con la rodilla metida un poco hacia
dentro. Garrincha tenía la pierna derecha de cowboy, arqueada y sana, pero la
izquierda era extraña, de curva paralela a la de la otra, en lugar de hacer el
paréntesis común. ¿Cómo pudo jugar al fútbol así? Pues jugó, y lo hizo
extraordinariamente bien. Tras pasar por Vasco da Gama, Fluminense y San
Cristóbal llegó al Botafogo, el equipo de su vida, con el que se le vio en
España, en el viejo Metropolitano, el día en que se presentaba el fichaje de
Pazos por el Atlético. Pero fue una celebridad mundial sobre todo por sus
proezas en los mundiales de Suecia y de Chile, los cuales ganó con Brasil.
Al primero había ido como suplente de
Joel, así como Pelé había ido como suplente de Altafini. Pero el equipo no
respondía y, al tercer partido, ante Gales, el seleccionador los sacó a los dos
y quedó conformada una gran delantera: Garrincha, Didí, Vavá, Pelé y Zagallo.
En el de Chile, Pelé se lesionó pronto y Garrincha cargó con el peso del
equipo, al que hizo campeón. Nunca sabía contra quién jugaba. Para él, todos
sus marcadores se llaman João, porque así se llamaba el primero que le marcó en
un partido oficial. Cuando acabó el Mundial de Suecia se apenó, porque creía
que había una segunda vuelta, como en la liga, en la que había que volver a
jugar contra todos.
Para Inglaterra 66 ya estaba en leve
decadencia, y le discutía el puesto Jairzinho. Pronto entró en barrena, y
empezó a correr de club en club (Corinthians, Portuguesa, Flamengo y Atlético
Junior de Barranquilla, en Colombia) y de barra en barra. Cambió la vida de
deportista por la de la farándula, en compañía de la cantante Elsa Soares, a la
que se unió tras abandonar a su esposa.
Sin embargo, el pueblo le siguió
adorando, más que a Pelé, que se fue al Cosmos y se hizo un hombre grande del business system norteamericano.
Garrincha, apodado así por el nombre de un pajarillo de la selva, había salido
del pueblo y volvió a él. Se convirtió en un desheredado más. Años después le
cantaría Zitarrosa: «¿Quién se llevó de
pronto la multitud? ¿Quién le llenó su vaso en la soledad?». De Garrincha
se sabe de cuando en cuando, cada vez que se le ingresa para una cura de
desintoxicación. En los carnavales de Río de 1980, una imagen patética da la
vuelta al mundo: una carroza celebra los títulos de Brasil, y a su frente,
sentado, va un Garrincha delgadísimo, depauperado, que mueve mecánicamente la
mano para saludar a la gente.
Meses después fallece. Aparece en el
suelo con un golpe en el ojo. Su hermana y alguna de sus hijas acusan a su
última mujer, Vanderleia, de asesinato, pero la autopsia desvela que ha
fallecido por un cuadro clínico de alcoholismo crónico: congestión pulmonar,
degeneración del hígado, pancreatitis y pericarditis. Llevaba veinte días
seguidos bebiendo, incluso colonia, y tres sin comer. Su modesta tumba en Pau
Grande siempre tiene siete velas, homenaje al siete más grande de la historia.
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historias del fútbol mundial que deberías saber, 2010
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