Plantas extrañas
y este aire lento como río
del trópico
derrotado por un año atroz
no sé de dónde viene
pero viene:
enganchado quizá
al imperio de sobacos
mojados
y la implacable humedad
del jardín botánico de
Buenos Aires.
Es octubre
y el artista pelado que
inaugura su expo
algo tuvo contigo (estoy
seguro)
pero mejor no mirar su
calva
encandilante antes de
preguntarse
más bien qué hago aquí.
Porque podría estar
en Boedo mirando el día
pasar
dentro de un boliche —dármelas
de
Erdosain. O la vista fija
en el riachuelo
las manos en los bolsillos —dármelas
de Larsen.
Pero tú me dijiste
anda a verlo el man
hace
cosas
súper
locas
en el jardín botánico de
Buenos Aires.
Y yo una vez más
te hice caso
y aquí estoy
humillado —como Erdosain—
por este año
de persecuciones y carreras
violentas por el puente
Loreto sobre el río Mapocho
ahí donde fiel al paisaje y
al olor
me mandaste a la mierda
es decir aquí.
Corolario malevo al otro
lado de la cordillera
en este parque asfixiante
para cualquier personaje
literario:
aquí
no
puedo
dármelas
de
nada.
Y estas plantas espinosas que tampoco me temen
cruelmente preguntan
por qué.
Inédito,
2017
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