Asco, se repite en
mis venas, se descuelga de mi
paladar haciéndolo más intacto, menos doliente.
Mirarme al espejo
queriendo arrancar la piel es cada
vez menos extraño, más perpetuo.
Mirarme al espejo
hasta que las comisuras de los
labios sangren con el parto de un débil grito.
Tal vez la ausencia
me traiga respuestas.
Las sombras se
agotaron de mí y de mi tiempo (yo
también del de ellas).
Ningún abismo me
parece desconocido.
A esta hora solo quiero atormentar la
garganta de un
desconocido.
en
Del corazón, la boca, 2016
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