Versión de Juan Carlos Villavicencio
No conocía la tienda de inciensos en el Templo.
Caminé unos cuantos kilómetros entre las nubladas cumbres
y no encontré a ningún hombre en el camino
a través de los árboles antiguos.
Una campana sonó en alguna parte, profunda entre las colinas.
La primavera sonó ahogada, bajando por las rocas escarpadas,
Los verdes pinos refrescaron los coloreados rayos del sol.
Al atardecer, junto al recodo de una piscina desierta,
Meditando logré controlar la pasión del dragón.
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