lunes, diciembre 19, 2016

"Orfeo i Eurídice", de Juan Carlos Villavicencio






A Fer

I

Aquel que ha detenido el curso del río, ajeno,
canta la fuga de la arena tras sus huellas.

Aquel que refleja en sus manos la música
        o el grito de aquellas nueve como furia i sangre desde el cosmos,
        ha detenido a las bestias que asolan a su pueblo.

Aquel que se ha forjado de las piedras i árboles
                que siguieron su voz tras el ocaso.

Aquel que ha creado el arte de sanar la carne, el fuego, los espíritus,
        de labrar la tierra buscando un nuevo fruto sin condena,
        grabando por primera vez en la muerte las palabras,
               descubre las visiones en los oscuros trazos del vuelo de los cuervos
                                                                                  que han dejado de graznar.

Aquel que ha cifrado la magia oculta develando las esferas
                como soles ardiendo al cruzar la nada –el universo.

Aquel que guarda la batalla de los dioses
                de la luz i la sangre de los hombres que levitan,
        ha visto en la cruz el infierno o el sendero de las horas por venir.

Ahora que desolado hunde su rostro i muerde la tierra amarga:
        oscura ha muerto su mujer,
                abrazada de serpientes su destino.

Aquel que es sólo viento i dolor ahora.




II

Tras la tempestad sin tregua
        de las horas i los siglos –la traición–
una grieta en la oscuridad de sus infiernos asomada.

Abajo tras Caronte i la tormenta
        avanza escribiendo en el aire la música
        que detiene el desgarro de la historia
                                                que el tiempo ha grabado en la mirada.

Ha transado con el mal i la muerte
        un nuevo giro en la mirada i el ocaso de sus huellas:
                vuelve ahora a verla,
                vuelve a llevarla lejos de su condena impropia
        porque ha visto que el sol no va a bastar
        para fallarle ahora que estaba muerta.

Vuelve a escuchar sus pasos dejando atrás la culpa,
        el eco de la errata i las serpientes tatuadas
                                      en su afán entre los huesos.

Cruza espejos donde retorna inquieto hacia la luz por las cavernas,
        sin volver la mirada hacia la traición i sus torturas,
dejando en cada respiro la mortaja
                    que había cubierto sus días i pasiones.

Afuera amanecía.

Afuera han vuelto a caminar sin perdón a aquella luz.



Marzo, 2016





Pintura: Orfeo y Eurídice, de Jacopo del Sellaio













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