lunes, diciembre 05, 2016

"Manoel de Oliveira: un viajero en el tiempo", de Wim Wenders







La vejez no es necesariamente interesante. Hay muchas personas que cumplen una cantidad descomunal de años y no han vivido muchas cosas o no tienen mucho que contar. Pero cuando alguien que está cumpliendo cien años se dispone a filmar una película, para ser más precisos su película número cuarenta y ocho, paran las rotativas. ¡Momentito! ¿Que tiene cien años y va a filmar una película? ¿Quién es?

¡Manoel de Oliveira! De Porto y nacido el 12 de diciembre de 1908. Un hombre de unos ojos pícaros y juveniles, y un espíritu curioso e infatigable. Lo vi en el Festival de Venecia, donde le entregaron un premio a la trayectoria, como tantas veces en tiempos recientes, y cuando alguien se acercó para ayudarlo a bajar del escenario, él rechazó sonriente la mano que le tendían. ¿Escalones? ¡Ningún problema! ¿Cuántos años tienen los cien?

Cuando nació el joven Manoel, Charlie Chaplin aún deambulaba sin un peso en el bolsillo por los Music Halls de Londres; un conocido escritor (y también) actor llamado W.D. Griffith era contratado por la Biograph Company, que por ese entonces todavía estaba en Nueva York; en Hollywood no se producían películas y Portugal seguía siendo una monarquía que soñaba desde los márgenes de Europa con convertirse en una república…

El joven Oliveira primero quiso ser actor. Colaboró en varias producciones como las primeras películas sonoras de Portugal, por poner un ejemplo. Después, en 1932, vio la maravillosa Berlín, sinfonía de una ciudad de Walter Ruttmann y quedó tan impresionado que quiso rodar documentales. Y lo hizo, si bien en forma esporádica, a lo largo de treinta años. Como director de largometrajes su debut no se dio antes de 1971, cuando filmó O Passado e o Presente (que ya menciona en el título lo que será su tema central). En ese momento yo era un muchachito ingenuo de veintiséis años que recién filmaba su primer largo y Manoel de Oliveira tenía la misma edad que tengo ahora. ¡Sesenta y tres! Al día de hoy sigue filmando. Y es que su producción comenzó a tomar velocidad cuando él cumplió ochenta. ¡Y desde entonces hace (al menos) una película por año! Poco a poco voy pudiendo imaginar lo que significa encarar un rodaje a los cien…

En 1994 rodé en Lisboa un film, Historias de Lisboa (Lisbon story), y le pedí a Manoel que apareciera en una breve escena muda. (Él en ese momento apenas tenía ochenta y ocho.) Su participación consistía en aparecer delante de una Bolex, echar un vistazo a la calle que tenía adelante como si la evaluara, sosteniendo las manos estiradas y abiertas como lo hacen a veces los directores para encuadrar una toma y, luego, “ingresar en su propio cuadro” y bajar caminando esa calle. Bien sencillo. La primera parte la hizo como con los ojos cerrados, no hubo ningún inconveniente. Dobló con envión por la esquina, se mantuvo al milímetro sobre su marca sin bajar la vista y después sostuvo las manos delante de la cámara justo como para que le enmarcaran la mirada. Corte. Mientras rearmábamos la cámara para que apuntara en otra dirección, Manoel desapareció por la entrada de una casa. Cuando estábamos listos para seguir rodando, regresó. Pero de pronto tenía un bigotito al estilo Chaplin, un sombrero y un pantalón que estaba como arremangado o corrido hacia arriba. Solo le faltaba el bastón. Y ahí no entró en el cuadro caminando. Entró bailando, giró sobre una sola pierna hacia la cámara, ladeó el sombrerito y se fue saltando por la calle, sí, ¡saltando!, hasta desaparecer en la esquina. Y listo. Así es como Charlot de Oliveira se fue…

Manoel se mantuvo inconcebiblemente joven. ¡¿O rejuveneció con el paso de los años?! Todas sus películas están surcadas por el presente y el pasado, y hacen viajar al espectador en el tiempo enseñándole un pasado que al verlo se vuelve ficción. Sus películas albergan la experiencia recogida durante todo un siglo europeo. En ellas resuena el legado colonial y brama nuestro perturbador tiempo presente. Son versadas y sabias, de una gran franqueza y curiosidad estilísticas y siempre esconden sorpresas realmente inesperadas. Como Belle Toujours (2006), una continuación de Belle de Jour de Buñuel con Michel Piccoli y Bulle Ogier, o Um Filme Falado, con Catherine Deneuve y John Malkovich, por solo mencionar dos ejemplos realizados con sus actores favoritos. Si hoy Manoel de Oliveira cumple cien años, hay cien motivos para (volver a) ver sus películas.





Wim Wenders
Los píxels de Cezanne (y otras impresiones sobre mis afinidades artísticas)
Traducción de Florencia Martin
Caja Negra Editora · 208 páginas
Buenos Aires, Argentina
















No hay comentarios.: