Más
allá de la Cueva Santa,
en
el monte de Viorna
y
junto a los cerezos en flor,
algún
cristiano primitivo
esculpió
sobre una roca inmensa
en
caracteres casi ilegibles:
—No perdonamos ser como
somos,
pero
la noche es un mundo
que
la misma noche alumbra.
en
Música de fin de siglo (Antología), 1998
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