viernes, julio 08, 2016

“Se desnuda el héroe”, de Miguel Serrano






Es otra noche. Estamos los dos sentados junto a la mesa de un bar. Apenas si levanta su rostro.

“No sé –dice-, ya no puedo hablar. He vivido en mis sueños… Me parece como si hubiera traspasado un límite y alguna grave admonición me estuviese golpeando. La materia me duele. Hay cosas que no se pueden explicar. Aquello que se siente como una evidencia, ¿qué ganas tú con tratar de explicarlo? La verdad no está afuera, no es comunicable. Mi palabra se ha hecho torpe; porque Dios está dentro”.

Entonces, de una mesa cercana, se aproximó un hombrecillo moreno e intervino en nuestra conversación; porque nos había escuchado hablar de Dios.

-No creo en Dios –dijo-. Sólo existe el sexo hondo y oscuro, en el que uno reposa. Es ahí, en la sangre ardiente, en lo femenino eterno, donde está eso que usted llama Dios.

Cerraron el bar a esa hora y tuvimos que irnos. Silenciosos, marchamos por las calles hasta llegar junto a mi casa, donde Barreto me acompañó. Al despedirnos y cuando ya nos habíamos alejado un trecho, nos dimos cuenta de que nos había sobrado el dinero que no alcanzamos a gastar. Entonces Barreto cogió un puñado de monedas y algunos billetes y los lanzó al aire. Busqué en mis bolsillos e hice otro tanto. El ruido de las monedas tintineaba sobre el pavimento y los rieles de la calle.

Con un gesto de la mano se despidió. Se subió el cuello del abrigo y se perdió en la noche.



en Ni por mar, ni por tierra, 1950






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