miércoles, julio 13, 2016

"Palabras sobre mi madre Alfonsina Storni", de Alejandro Alfonso Storni

Fragmentos


Cuando en la vida una persona logra una posición determinada, por ejemplo la que alcanzó Alfonsina Storni en las letras; cuando voces tan altas como la de mi madre -Díez Canedo, Federico de Onís, Jacinto Benavente, Alfonso Reyes y otros no menos célebres- le prodigaron sus elogios; cuando su poesía fue traducida al italiano, al francés, al inglés, al sueco, al alemán, ¿qué resonancia podrá tener una voz familiar que intente exaltación? Hoy, colocado en el trance de tener que presentarla a aquellos que no la conocieron, desearía ser lo más preciso posible; descorrer con una mano firme esa cortina que tiende el tiempo, para que la puedan ver como yo la veo en este momento: movediza, activa, vivaz, constructiva, comunicativa, locuaz, pero triste y silenciosa en la intimidad.


Mi madre era una mujer luminosa, con un sentido casi masculino de la amistad pero profundamente femenina. Una melena prematuramente cana, enmarcaba un rostro sumamente joven; tenía los ojos, ora verdes, ora acerados; una sonrisa triste y una risa alegre. Su figura menuda; su andar nervioso; caminaba a pequeños pasos. Costaba seguirla. Si me preguntara qué rasgo de su carácter podría destacar, contestaría sin titubear: el amor a la verdad. Paradójico, pero exacto. Quien mintió sin tregua, según su propia confesión, entre los 5 y los 11 años, inventando crímenes o incendios que nunca registraba la crónica periodística, hizo de la verdad su norma de vida. Alfonsina, y permítaseme que así la llame, luchó desde pequeña a brazo partido con la existencia y si alcanzó la posición a que precedentemente hice referencia, tenga el lector la seguridad que poco le debe al azar y mucho a su energía y coraje indomables.

¿Dónde nació la escritora? ¿En la Argentina? ¿En Suiza? ¿En el mar? Según la familia Del Mónico, vieja amistad de los Storni, enraizada en la Suiza italiana, ella nació en el mar. Atilio Caronno, otro gran amigo recientemente desaparecido, así siempre lo afirmó. Pero lo positivo es que su nacimiento, ocurrido el 29 de mayo de 1892, fue registrado en Salla Capriasca, pequeña aldea del cantón ticcino. Al respecto estimo conveniente hacer una aclaración. Ella quería profundamente a Suiza, pero siempre se proclamó argentina y tomó carta de ciudadanía en cuanto estuvo en condiciones de hacerlo. Por otra parte, tenía dos hermanos mayores argentinos (María y Romeo) que desde pequeña le hablaron de su querido San Juan, de montañas que se perfilaban hacia el oeste, de grandes acequias que surcaban una generosa tierra de aliento. Y fue ahí en San Juan, en la escuela normal de esa provincia, donde aprendió a leer en un libro que se procuró con su ingenio y lo defendió contra su pecho. Malos vientos comenzaban a soplar para los Storni. Alfonsina tiene que dejar la escuela en segundo grado y recién retomará los estudios, años más tarde, en primer año en la Escuela Normal de Coronda. A los cinco años sorprende con sus improvisaciones, pero recién a los trece es cuando empieza a escribir. Unos coscorrones matemos la traen a la realidad, pero la llama ya está encendida y sólo las olas de una mar violenta la podrán apagar.

...

Verano de 1938. Estamos en Pocitos. La mañana es calurosa. Llega hasta nosotros una leve brisa del mar. Mi madre habla pausadamente, con tranquilidad, como si no hablara de ella. Me confiesa los serios temores que le inspira su salud. Me resisto a creerlo. La veo viajando en automóvil desde Colonia rumbo a Montevideo invitada por el presidente del Uruguay, Dr. Terra, a reunirse con Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, escribiendo, llena de vida -sobre una valija que ha puesto sobre sus rodillas- la conferencia que va a pronunciar en el memorable encuentro y que por circunstancias señaladas tituló: "Entre las manecillas de un reloj y un par de maletas a medio abrir".

Escucho su voz potente y bien timbrada, interrumpida por la risa amable de ese querido pueblo hermano acogiendo con simpatía su charla. Palabras sencillas y valientes. Maravillosamente dichas a un público también maravilloso. Cuesta creerlo, pero la suerte está echada. Estamos en primavera. Alfonsina, desde su Romancillo Cantable nos dice: "para fin de setiembre cuando me vaya...". Pasa septiembre... Cada vez se escuchan más cerca "romper los brotes".

Cuando la mañana del 25 de octubre de 1938 un mar casi en calma, tras una noche de horror, devuelve su joven cuerpo de 46 años, su rostro tiene una expresión serena.













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