Llegué
a la urbe con las uñas rotas,
con el talón herido,
llegué azul de sonata y pelambrera;
llegué, señor, envuelto
en tenues acuarelas;
el corazón desnudo como un álamo,
llegué lleno de frío.
La cabellera al viento
y un sueño bajo el ala;
una voz pregonando la viruta
y el aserrín fragante por mi pelo;
vuelto sílaba o silbo mi discurso,
mi verso, pura tierra.
Entré con pie confuso,
descalzo de saber, lleno de dudas;
llegué a Santiago en ascuas,
poseído de errores;
por las viejas roturas de mi verso
iba mostrando el hueso.
Oh, Santiago de Chile,
entré por tu Alameda,
caí lleno de sueño en San Francisco;
tu calle Catedral, piedra y palomas.
Perdido en este bosque
desde garganta hasta clarín me muero.
Qué caballo tan raudo el que me trajo
corriendo entre suspiro y mariposa;
blando como un ramaje
y resumiendo nieblas como un pino.
Y por el vientre tibio y salpicado
aún verde de helechos.
A veces,
qué será, me pregunto,
de mi vieja provincia.
Qué será de esa tierra
en donde la col celeste se levanta
y en donde, entre zozobras
de amor y yerbabuena,
dejé atrás una trenza.
con el talón herido,
llegué azul de sonata y pelambrera;
llegué, señor, envuelto
en tenues acuarelas;
el corazón desnudo como un álamo,
llegué lleno de frío.
La cabellera al viento
y un sueño bajo el ala;
una voz pregonando la viruta
y el aserrín fragante por mi pelo;
vuelto sílaba o silbo mi discurso,
mi verso, pura tierra.
Entré con pie confuso,
descalzo de saber, lleno de dudas;
llegué a Santiago en ascuas,
poseído de errores;
por las viejas roturas de mi verso
iba mostrando el hueso.
Oh, Santiago de Chile,
entré por tu Alameda,
caí lleno de sueño en San Francisco;
tu calle Catedral, piedra y palomas.
Perdido en este bosque
desde garganta hasta clarín me muero.
Qué caballo tan raudo el que me trajo
corriendo entre suspiro y mariposa;
blando como un ramaje
y resumiendo nieblas como un pino.
Y por el vientre tibio y salpicado
aún verde de helechos.
A veces,
qué será, me pregunto,
de mi vieja provincia.
Qué será de esa tierra
en donde la col celeste se levanta
y en donde, entre zozobras
de amor y yerbabuena,
dejé atrás una trenza.
en Del monte en la ladera, 1960
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