Georg Trakl
Grodek (antología)
Traducción de Juan Carlos Villavicencio
DscnTxt Editores, octubre 2014
Quiero agradecer esta invitación a presentar esta antología de Georg Trakl. Y felicitar a Descontexto Editores por esta magnífica edición que rescata a una de las grandes voces expresionistas del siglo veinte. Los que hemos sido editores sabemos cuándo un libro ha sido trabajado con cuidado, dedicación y cariño, así es que, sin ninguna duda, éste es un libro que recomiendo tener en la biblioteca personal, porque es una de esas joyas literarias que los amantes de los libros valoramos con todo el corazón.
Georg Trakl fue un poeta que, como ocurre a veces con los grandes talentos, no tuvo la suerte de ser valorado en vida, o acaso, por motivos que postularé más adelante, no logró darse él mismo la oportunidad y no tuvo el tiempo necesario para desarrollarse en plenitud como poeta. Su profunda sensibilidad no soportó la guerra ni la violencia del momento histórico que le tocó vivir.
Nacido en Salzburgo en 1887, Trakl se suicidó en 1914. Tenías apenas 27 años, esa misteriosa edad en la que se han quitado la vida otros tantos grandes artistas como él. Pero, a diferencia de aquellas figuras míticas del rock (pienso en Janis Joplin, Kurt Cobain, Amy Winehouse, Jim Morrison, Jimmy Hendrix...), Trakl no conoció la fama ni los aplausos, sino que fue un testigo anónimo durante una de las más sangrientas y brutales guerras en la historia de la humanidad.
Para entender cómo escribió Georg Trakl, quiero partir haciendo una simple pregunta que Roland Barthes formula en su libro Le degré zéro de l'écriture: ¿Qué es la escritura? Para ensayar un par de respuestas, usaré algunas metáforas del mismo Trakl: ¿Es la escritura “paz del alma” o, por el contrario, una suerte de “fiebre negra”? Por supuesto, no hay una sola respuesta y cada escritor responderá de manera diferente. En el caso de Trakl, la escritura oscila entre ambas imágenes: la paz del alma y la fiebre negra.
Volviendo a Barthes, podemos decir que la escritura es, en primer lugar, una forma de lenguaje. Y, según la definición del crítico francés, el lenguaje es un cuerpo de recetas y de hábitos comunes a todos los escritores de un período determinado. La escritura, entonces, sería la expresión individual de esos modos y hábitos comunes a un grupo social.
Pero, ¿qué pasa cuando un escritor no encaja –o no soporta- el período histórico en el que le toca vivir? ¿Qué pasa con su lenguaje, y, por ende, cómo se traduce el lenguaje en su escritura? Lo que es un don, ¿puede transformarse en condena? ¿A partir de qué y de dónde comienza su escritura?
En el caso de Trakl, ésta surge desde “el oscuro lamento de su boca”... cuando “se hunde todo en la oscuridad”. Grodek, un libro que comienza como un romántico poema de amor sobre la naturaleza, de pronto establece paralelos y metáforas con la carnicería de la guerra que vive a su alrededor. No la soporta. Los versos se cortan abruptamente, el ritmo se interrumpe, nauseabundo. Esto es lo que hace de Trakl un poeta contemporáneo: aborda las conductas destructivas del ser humano hacia sí mismo, hacia la naturaleza, lo mismo que nos condena ahora; inconsciente e incontrolablemente nos hacemos daño a nosotros mismos, a nuestro planeta.
Un lenguaje determinado es un círculo abstracto de verdades y, en este sentido, podemos decir que la escritura es el círculo concreto de las verdades de un escritor, es decir, la manera en que usa, creativamente, este lenguaje, este círculo abstracto, para expresar su verdad o sus verdades concretas.
El círculo es, por definición matemática, infinito. Pero ese círculo concreto del que hablamos, esa verdad personal, no es en Trakl infinito, sino limitado. ¿Por qué? Porque su vida fue limitada. No fue un niño con una infancia feliz y, este hecho es, sin duda, una limitante feroz y cruel en la existencia de cualquier ser humano. Sin padres felices, no hay infancia feliz para un niño, y Trakl da constantes señales de esto en su poesía. Habla de “la mano dura del padre” y de una madre que lleva al niño “ebria de jugo de amapola”. Su madre fue drogadicta y Trakl no tardó en seguir sus pasos. Vivió desde temprana edad sumido en la drogadicción y en el alcohol, infiernos de los que no supo o no pudo nunca escapar.
Hay quienes encuentran limitaciones fuera de uno mismo. Hay otros que se las autoimponen desde adentro. En el caso de Trakl, las limitaciones llegaron desde ambas direcciones. Por un lado, sus condiciones familiares y sociales fueron adversas. Ya nos hemos referido a su brutal experiencia de la guerra. Por otro, él tampoco fue capaz de desarrollar una autoestima sólida basada en sus logros. El único libro que publicó en vida fue un fracaso editorial, y tuvo muy poca difusión. Los escritores sabemos el golpe bajo que significa cuando una editorial nos rechaza un manuscrito.
Es que la escritura no es fácil. Los poemas no son, la mayor parte del tiempo, inspiraciones y estructuras perfectas que bajan del cielo. La forma es costosa, decía Valèry. Cuesta tanto como el pensamiento. El escritor trabaja con el lenguaje como con una materia prima. El lenguaje es una frontera que debe necesariamente traspasar, a veces no sin dificultad. Desde esa frontera impuesta desde fuera, que tiene toda la carga del momento histórico, del entorno familiar y otras circunstancias específicas y a veces adversas, es desde donde se comienza a crear. La escritura es, en principio, una respuesta refleja a las condiciones externas, pero desde allí debe evolucionar hacia una voz nueva, propia y original.
El mundo exterior de Trakl, la Europa de fines del siglo XIX y comienzos del XX, estaba sumido en una pesada decadencia. Su escritura, por tanto, se tradujo en constante melancolía, nostalgia aguda por una infancia perdida, y brotes de un romanticismo tardío que significaron los primeros trazos expresionistas europeos. Por un lado, Trakl lee a los alemanes Hölderlin y Novalis. Por otro, a los franceses Rimbaud, Baudelaire y Verlaine.
Sus versos son imágenes desgarradoras, desoladoras, oscuras, y se suceden unas a otras sin tregua; los colores predominantes son el negro y el azul; la atmósfera es la muerte. En su poema “Música en Mirabell”, Trakl describe imágenes como “Un fauno con ojos muertos mira hacia las sombras...”; o “Un destello de fuego arde en el cuarto y pinta sombríos fantasmas del miedo”. En otro poema, “Melancolía del Anochecer”, comienza diciendo: “El bosque, que se extiende muerto/ y sombras a su alrededor, como setos”. En “Miseria Humana” también leemos algo en un tono similar: “El rostro de la muerte se agita en la ventana”.
Todo es oscuro, muerte o silencio. Trakl no abandona el horror y la desgracia y, como sugerí anteriormente, su desolación parece provenir, por una parte, de una “triste infancia” a la que alude en varios poemas, a esa “casa sola” y desprotegida, y, por otra, a las condiciones históricas que marcaron sus últimos años: la guerra, la muerte, los heridos, la desgracia. Su poesía fue, en definitiva, la concreción del dolor, de la imposibilidad de llegar a creer en él y en el sueño de traspasar un supuesto Orden Natural de las cosas.
La escritura es un camino hacia la “Libertad” del ser; pero, en muchos casos, como en la poesía de Trakl, la escritura termina siendo un camino hacia la condena de uno mismo. Lo que es la forma poética se confunde con el sentimiento poético: un estado del alma oscuro de aquel que sufre, como dice Trakl, “en el salobre mar de la tristeza”.
Diciembre, 2015
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