Selección
4 de noviembre de 1978
Escribo cada vez menos mi aflicción, pero en un sentido es más fuerte, ha
pasado al rango de lo eterno desde que ya no la escribo más.
15 de diciembre de
1978
Sobre un fondo de angustia, de pánico (acoso, tareas, malignidad
literaria), pelota de aflicción que sube:
1) Muchos, a mi alrededor, me aman, me rodean, pero ninguno es fuerte:
todos (estamos todos) locos, neuróticos —para no hablar de los lejanos tipo RH.
Solo mamá era fuerte, porque estaba intacta de toda neurosis, de toda locura.
2) Escribo mi curso y llego a escribir Mon Roman [Mi Novela]. Pienso
entonces con desgarramiento en una de las últimas palabras de mamá: ¡Mi Roland!
¡Mi Roland! Me dan ganas de llorar.
[Sin duda estaré mal mientras no haya escrito algo a partir de ella (Foto,
u otra cosa)].
22 de diciembre de
1978
Oh, decir el profundo deseo de recogimiento, de retiro, de «No se ocupen de
mí» que me viene directa, inflexiblemente, de la aflicción como «eterna»
—recogimiento tan verdadero que las pequeñas batallas inevitables, los juegos
de imágenes, las heridas, todo lo que sucede fatalmente a partir del momento en
que sobreviene, no son sino una espuma salada, amarga, en la superficie de un
agua profunda.
23 de diciembre de
1978
Leves sinsabores, ataques, amenazas, acosos, sentimiento de fracaso,
periodo negro, pesada carga que llevar, «cárcel», etc. No puedo impedirme poner
esto en relación con la desaparición de mamá. No es —magia simple— que ella ya
no esté ahí para protegerme, mi trabajo siempre estaba concretamente mantenido
aparte de ella; es más bien —pero ¿es lo mismo?— que ahora estoy orillado sin
escapatoria a iniciarme en el mundo —dura iniciación. Miserias de un
nacimiento.
29 de diciembre de 1978
Continúa sin disminuir la acidia, la amargura de corazón, la propensión a
los celos, etc.: todo lo que en mi corazón hace que yo ya no me ame.
Periodo de autodevaluación (mecanismo clásico de duelo).
¿Cómo recobrar la ecuanimidad?
29 de diciembre de 1978
Luego de haber recibido ayer la foto que había hecho reproducir de mamá
[de] niña en el Jardín de Invierno de Chennevieres, intento ponerla ante mí, en
mi mesa de trabajo. Pero es demasiado, me es intolerable, me hace sufrir
demasiado. Esta imagen entra en conflicto con todos los pequeños vanos
combates, sin nobleza, de mi vida. La imagen es verdaderamente una medida, un
juez (ahora entiendo cómo una foto puede ser santificada, guiar → no la
identidad que es recordada, es, en esa identidad, una expresión rara, una
«virtud»).
31 de diciembre de
1978
La aflicción es inmensa, pero su efecto sobre mí (pues la aflicción: no en
sí: a consecuencia de efectos desviados es una especie de depósito, de
herrumbre, de lodo depositado sobre mi corazón: una amargura de corazón
(irritabilidades, impaciencias, celos, falta de amor).
→ Oh qué contradicción: me vuelvo, por la pérdida de mamá, lo contrario de
lo que ella era. Quiero vivir según su valor y solo llego a lo contrario.
en Diario de duelo,
2009
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