martes, diciembre 08, 2015

“Diario de duelo”, de Roland Barthes








Selección



4 de noviembre de 1978

Escribo cada vez menos mi aflicción, pero en un sentido es más fuerte, ha pasado al rango de lo eterno desde que ya no la escribo más.





15 de diciembre de 1978

Sobre un fondo de angustia, de pánico (acoso, tareas, malignidad literaria), pelota de aflicción que sube:

1) Muchos, a mi alrededor, me aman, me rodean, pero ninguno es fuerte: todos (estamos todos) locos, neuróticos —para no hablar de los lejanos tipo RH. Solo mamá era fuerte, porque estaba intacta de toda neurosis, de toda locura.

2) Escribo mi curso y llego a escribir Mon Roman [Mi Novela]. Pienso entonces con desgarramiento en una de las últimas palabras de mamá: ¡Mi Roland! ¡Mi Roland! Me dan ganas de llorar.

[Sin duda estaré mal mientras no haya escrito algo a partir de ella (Foto, u otra cosa)].





22 de diciembre de 1978

Oh, decir el profundo deseo de recogimiento, de retiro, de «No se ocupen de mí» que me viene directa, inflexiblemente, de la aflicción como «eterna» —recogimiento tan verdadero que las pequeñas batallas inevitables, los juegos de imágenes, las heridas, todo lo que sucede fatalmente a partir del momento en que sobreviene, no son sino una espuma salada, amarga, en la superficie de un agua profunda.





23 de diciembre de 1978

Leves sinsabores, ataques, amenazas, acosos, sentimiento de fracaso, periodo negro, pesada carga que llevar, «cárcel», etc. No puedo impedirme poner esto en relación con la desaparición de mamá. No es —magia simple— que ella ya no esté ahí para protegerme, mi trabajo siempre estaba concretamente mantenido aparte de ella; es más bien —pero ¿es lo mismo?— que ahora estoy orillado sin escapatoria a iniciarme en el mundo —dura iniciación. Miserias de un nacimiento.





29 de diciembre de 1978

Continúa sin disminuir la acidia, la amargura de corazón, la propensión a los celos, etc.: todo lo que en mi corazón hace que yo ya no me ame.

Periodo de autodevaluación (mecanismo clásico de duelo).

¿Cómo recobrar la ecuanimidad?





29 de diciembre de 1978

Luego de haber recibido ayer la foto que había hecho reproducir de mamá [de] niña en el Jardín de Invierno de Chennevieres, intento ponerla ante mí, en mi mesa de trabajo. Pero es demasiado, me es intolerable, me hace sufrir demasiado. Esta imagen entra en conflicto con todos los pequeños vanos combates, sin nobleza, de mi vida. La imagen es verdaderamente una medida, un juez (ahora entiendo cómo una foto puede ser santificada, guiar → no la identidad que es recordada, es, en esa identidad, una expresión rara, una «virtud»).





31 de diciembre de 1978

La aflicción es inmensa, pero su efecto sobre mí (pues la aflicción: no en sí: a consecuencia de efectos desviados es una especie de depósito, de herrumbre, de lodo depositado sobre mi corazón: una amargura de corazón (irritabilidades, impaciencias, celos, falta de amor).

→ Oh qué contradicción: me vuelvo, por la pérdida de mamá, lo contrario de lo que ella era. Quiero vivir según su valor y solo llego a lo contrario.



en Diario de duelo, 2009










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