Historia de un caso
Después del incidente, la pequeña R. se quedó
traumatizada. El lobo no está muerto. El guardabosques es el lobo. Si no, ¿cómo
es que estuvo allí justo a tiempo? Se lo explica a su madre. Madre no está
contenta. Piensa que el guardabosques es sumamente simpático. Se muere la
abuela. El lobo no está muerto. El lobo se casa con madre. R. no está contenta.
R. es una chiquilla. Madre piensa que el lobo es sumamente simpático. Le
rogamos que vea al psiquiatra. El psiquiatra explicará que, en general, los
lobos son sumamente simpáticos. R. se lo toma al pie de la letra. Está bien ser
lobo. Mamá es un lobo. Ella es un lobo. El psiquiatra es un lobo. Mamá y el
psiquiatra, y también el guardabosques, están sumamente tensos.
Una habitación privada
La quinta vez, las cosas fueron distintas. Le dio sus
instrucciones, le entregó las llaves (incluida la pequeña) y se marchó solo
cabalgando. Volvió a aparecer exactamente cuatro semanas más tarde. La casa
estaba limpia, los suelos encerados y la puerta de la habitación pequeña no
había sido abierta. Barbazul estaba asombrado.
—Pero, ¿no
sentías curiosidad? —le preguntó a su esposa.
—No —respondió
ella.
—Pero, ¿no
deseabas descubrir mis secretos más íntimos?
—¿Por qué? —le
replicó la mujer.
—Bueno —dijo
Barbazul—, es lo normal. ¿No deseabas saber quién era yo en realidad?
—Eres Barbazul
y mi esposo.
—Pero el
contenido de la habitación… ¿No deseabas ver lo que hay en el interior de esa
habitación?
—No —dijo la
criatura—, creo que tienes el derecho de poseer una habitación privada.
Aquello lo
irritó de tal manera que la mató en aquel mismo instante. En el juicio alegó
provocación.
Leyenda
Había una vez un monstruo hembra. Vivía en el fondo
del mar, a seis mil metros de profundidad, y fue solo una leyenda hasta que un
día los científicos se reunieron para pescarla. La arrastraron hasta la costa,
la cargaron en un camión y finalmente la colocaron en un vasto anfiteatro donde
se aprestaron a efectuar su disección. Pronto se vio que estaba embarazada.
Alertaron a las fuerzas de seguridad y precintaron todas las puertas, porque
eran hombres responsables y no querían correr riesgos con los cachorros del
monstruo, pues quién sabe el daño que habrían podido causar si se los hubiera
dejado sueltos por el mundo. Pero el monstruo hembra murió con su camada de
monstruos enterrada en su seno. Abrieron las puertas. La carne del monstruo
empezaba a despedir mal olor. Varios científicos sucumbieron a los gases. No se
rindieron. Trabajaban en turnos y con mascarillas. Al final, rascaron los
huesos de la criatura hasta que quedaron bien limpios y contemplaron su
brillante esqueleto. El esqueleto puede verse en el Museo Nacional. Debajo se
puede leer: «El temido monstruo hembra. Los gases de esta criatura son nocivos
para los hombres». Y a continuación figuran los nombres de los científicos que
dieron su vida para descubrirlo.
en Niñas malas,
mujeres perversas (Antología), 1989
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